Ayer oí en la radio que el único acertante de la Primitiva del pasado sábado era un “indignado” de los que llevan, o llevaban, en la Puerta del Sol ni se sabe cuántos días… y que va a invertir el premio en hacerse empresario… ¿Seguro? ¿De indignado a capitalista por solo seis bolitas que el resto de los españoles, menos indignados o al menos con una indignación más discreta, llevamos esperando desde la noche de los tiempos? Debe ser cierto que el dinero no cambia a las personas, somos las personas las que cambiamos con el dinero.
No es justo. No es justo que después de tantos años deseando demostrar su indignación, su hartazgo del sistema, su denuncia al capitalismo, vaya ahora la mala suerte y quiera la coincidencia que le toque la Primitiva, que se ha llevado por delante, de un plumazo, toda su filosofía de cambio.
El problema no es que un indignado lo esté ya menos con su premio. El problema es que ha dejado de ser indignado sin que hayamos podido saber qué le indignaba. La gran incógnita, a mi juicio, del 15-M es saber qué quieren. Solo lo tendría claro si su intención fuese armar follón, pero imagino que la cosa va mucho más allá. Ellos, según dicen, han dejado de confiar en el sistema y quieren cambiarlo. Hasta ahí todo bien, pero… ¿por cuál? La sociedad y quienes la habitamos no estamos dispuestos a arriesgar lo que tenemos, por muchos defectos que tenga y por muy mejorable que sea, por algo que no sabemos en qué consiste. Nos ha costado mucho llegar hasta aquí, y es cierto que conocemos muchos sistemas que funcionan de manera similar al nuestro, con mejores o peores resultados, pero con una estructura que se parece a la nuestra en un alto porcentaje. Pero conocemos, también, muchos sistemas que funcionan inmensamente peor que el nuestro, sistemas en que los Derechos Humanos tienen la misma importancia que nosotros damos a las célebres frases de los sobres de azúcar, en que la riqueza está aún peor repartida que en España, en que la voz del pueblo lleva muchos años afónica.
El sistema puede mejorarse, de eso no hay duda, pero habrá que saber bien cómo vamos a mejorarlo antes de iniciar esa reforma. Y eso, sin duda, requiere un proceso de reflexión mucho más profundo del que puede hacerse acampando en plena calle.