viernes, 13 de mayo de 2011

Lo que duele estar cerca

Lorca ha despedido esta mañana a las víctimas del terremoto del miércoles en un funeral al que han asistido miles de personas. En estos días, España no habla de otra cosa. El Barça ha ganado la liga, estamos en plena campaña electoral y Mª José Campanario se sienta en el banquillo de los acusados… Nos da igual, nos duele Lorca, sus muertos, sus escombros y sus damnificados.
Estamos acostumbrados a oir en televisión catástrofes de todos los tipos. El mismo miércoles me desperté oyendo en la radio las últimas cifras de víctimas mortales y desaparecidos en el terremoto de Japón de hace dos meses… cerca de 25.000. En la navidad de 2004, se nos encogió el corazón con 300.000 muertos en el tsunami del sur de Asia, igual que ocurrió, en enero del año pasado, con los 200.000 muertos en Haití.
No es lo mismo. Lorca duele más. No estamos acostumbrados a que las víctimas de las catástrofes sean gente como nosotros, gente que vive tan cerca de nuestras casas. Podemos ver campamentos de refugiados en Haití, donde cientos de miles de personas subsisten sin apenas recursos y sin apenas futuro. España es un país solidario, y lo ha demostrado en tantas ocasiones como esta solidaridad ha sido necesaria, pero nunca, en ninguna de estos casos, hemos sentido el mismo dolor que sentimos ahora.
A los lorquinos, la vida les cambió en una tarde, y les cambió para siempre. Sus calles, sus casas, sus gentes, ya no volverán a ser lo que eran. El temblor se sintió en muchos sitios, el estremecimiento lo hemos notado todos. Nos duele la cercanía, nos duele la identidad con quienes sufren, nos duele este sufrimiento porque es el sufrimiento de los nuestros, de quienes hace solo cuarenta y ocho horas vivían como nosotros.
Tendrá que pasar mucho tiempo antes de que los españoles podamos olvidarnos de esta catástrofe. En Lorca, por mucho tiempo que pase, quienes lo vivieron y quienes lo sufren, nunca podrán olvidar este 11 de mayo.
Desde la humildad, desde la solidaridad y desde el recuerdo, este caféconpastas va por ellos.

miércoles, 11 de mayo de 2011

Esperando resultados

En días como hoy, lo previsible sería hablar de la campaña electoral, de las promesas de un futuro mejor y de lo animadas, y coloridas, que están nuestras calles durante estos quince días. Caféconpastas nació con la intención de nunca defraudar a sus lectores, así que, si eso era lo esperado, vamos a atender esas expectativas, aunque solo sea en parte.
Llevamos solo seis días de campaña (lo siento, aún quedan nueve), si es que puede decirse que las campañas electorales empiezan (o quizá habría que decir, acaban) alguna vez.
¿Alguien recuerda alguna propuesta? ¿Alguien recuerda alguna encuesta? La primera respuesta es, mayoritariamente, no. La segunda, para una amplia mayoría, sí. Ni nos interesa lo que nos dicen, ni nos dicen lo que nos interesa. De ahí que las campañas electorales pasen por nuestras vidas, de la misma forma que pasan los deportes de Antena 3 para quienes no somos del Real Madrid: con cierta repulsa y mucha indiferencia.
Y digo yo, visto que aquí lo único que interesan son los resultados, visto lo nerviosos que se ponen los políticos, lo poco constructivo de algunos discursos y el gasto que supone a los partidos, si lo que interesa saber es el resultado final… ¿por qué no proponemos que las campañas electorales empiecen en el momento en que acaba el recuento de las votaciones? Si, al fin y al cabo, el interés de todos está en el resultado, y no en las propuestas, nos ahorraríamos horas de publicidad en radio y televisiones, decisiones y prohibiciones de la Junta Electoral correspondiente y muchos, muchos, comentarios incómodos que nuestros políticos se dedican entre sí.
Mientras nos tengamos que fiar de las encuestas (por cierto,  alguien podía hacer una encuesta para saber cuanta gente se fía de las encuestas… igual era esa la ultima encuesta de la historia de la estadística) seguiremos andando ciegos en busca, no ya de una previsión fiable, sino de una fuente de comentarios y tertulias que es lo único que nos queda campaña tras campaña.
Dicho  de otra forma, mientras en unas elecciones sigamos teniendo dudas acerca de quien gana, el resultado nunca puede ser bueno. Al fin y al cabo, pase lo que pase, siempre deberían ganar los ciudadanos. Lo demás, son triunfadores secundarios.

jueves, 5 de mayo de 2011

Y los funcionarios poniendo orden

-   ¿Cómo te llamas?
-   Ra-ra-ra-ra-ra-món
-   ¿Eres tartamudo?
-   No, el tartamudo era mi padre, y el del Registro un “hijodep…”
Al final este chiste, más viejo que las pizarras de tiza, puede convertirse en realidad si prospera la propuesta de nuestros diputados para que sea el funcionario quien, a falta de acuerdo entre los padres, decida el orden de los apellidos “atendiendo al interés superior del menor”.
La verdad es que, cuando un país con cinco millones de parados, una inflación disparada y unos tipos de interés al alza, entre otras muchas cosas, dedica el tiempo de sus parlamentarios a debatir estas tonterías (con perdón de quienes consideren que no es así), es que algo está fallando en la correa de transmisión entre las preocupaciones de los ciudadanos y las de los políticos.
El funcionario de turno va a poder revivir aquella típica pregunta que tanto oyera, y odiara, en su niñez: “¿A quien quieres más? ¿A papá o a mamá?”. Pero eso no es todo, haga lo que haga, no va a salir nunca bien parado. Su decisión, más que en el orden de los apellidos, radica en elegir entre quedar como un machista retrógrado o un feminista empedernido.
Eso sí, teniendo en cuenta que, habitualmente y por razones médicas, la inscripción de los bebés la hacen los padres, yo de ellas pediría un certificado de que ha sido el funcionario quien ha elegido el orden y no el padre quien ya lo llevaba decidido de antemano y solamente lo ha utilizado como excusa.
Es más, yo propondría que, en esos casos, el niño se quedara sin apellidos, o con apellidos provisionales, hasta que fuese consciente de los padres que le han tocado en suerte. Más que nada, porque es probable que, conocida la historia, quiera intercambiarlos con los de algún primo lejano cuya familia le parezca más coherente.
Por último, confío en que, ante semejante situación, se permita que el funcionario pase informe del asunto a los servicios sociales correspondientes para que hagan un estricto seguimiento de ese niño. Si los padres no son capaces de ponerse de acuerdo en el orden de los apellidos, no sé como alguien puede pensar que vayan a ser capaces de entenderse en su educación. Vivir para ver…

miércoles, 4 de mayo de 2011

Cambiando de tema

Hoy debo empezar esta entrada reconociendo que me equivoqué al minusvalorarle. La verdad es que me ha demostrado tener madera de líder suficiente para convertirse en mi ídolo, si sigue el camino que ha empezado este fin de semana.
A muchos os habrá parecido una casualidad que hayan tenido que pasar diez años desde la masacre de las Torres Gemelas hasta que el ideólogo de aquella barbaridad haya  pagado todo el dolor que causó, tanto en Estados Unidos como en muchos  otros rincones del mundo. No soy partidario de estos métodos, pero  esta vez no puedo decir que no me alegre, sino más bien todo lo  contrario. ¿Qué no tuvo un juicio justo? ¿Acaso lo tuvieron las más de  tres mil personas que salieron un día a trabajar al World Trade Center  y nunca volvieron a sus casas?
Bin Laden, según su propia teoría, ha acabado convirtiéndose en un mártir y emprendiendo el  camino del Paraíso, su paraíso, del cuyas bondades, según cuentan, no debía estar  demasiado convencido, por el poco interés que tenía en  coger la senda hacia la eterna felicidad. Este valiente, capaz de  enviar a morir a sus hombres, una tras otra vez, y que no tuvo mejor iniciativa  que esconderse tras una mujer para evitar ser ejecutado, deja en la Tierra, en nuestra Tierra, un legado de odio y radicalismo que, en absoluto acaba tras él.
Que este individuo tenga que pasar a la historia y que su nombre  arroje más de un millón de resultados en los buscadores de Internet,  es francamente lamentable. Mi ídolo, hoy, es Obama, al que nunca  consideré el valor que hoy le considero. Acabar con Bin Laden es un hito  que debe pasar a la historia por su grandeza, pero no solo me estoy  refiriendo a esto.
Obama ha conseguido que, después de un mes, los telediarios abriesen  con un tema distinto a los Real Madrid – Barça. Ese es su gran mérito. Lo de Bin Laden podía haberlo hecho otro, pero dejar en segundo plano a los  rifi-rafes entre Mourinho (Mou, desde que  forma parte de nuestras casas) y Guardiola (Pep) es algo que solo saben hacer los realmente grandes.
Acabar con Bin  Laden no está mal. Vengar la memoria de sus víctimas, está muy bien.
Conseguir que se hable de algo distinto a los “partidos del siglo”, no tiene precio. Olé, Barack.