Hoy debo empezar esta entrada reconociendo que me equivoqué al minusvalorarle. La verdad es que me ha demostrado tener madera de líder suficiente para convertirse en mi ídolo, si sigue el camino que ha empezado este fin de semana.
A muchos os habrá parecido una casualidad que hayan tenido que pasar diez años desde la masacre de las Torres Gemelas hasta que el ideólogo de aquella barbaridad haya pagado todo el dolor que causó, tanto en Estados Unidos como en muchos otros rincones del mundo. No soy partidario de estos métodos, pero esta vez no puedo decir que no me alegre, sino más bien todo lo contrario. ¿Qué no tuvo un juicio justo? ¿Acaso lo tuvieron las más de tres mil personas que salieron un día a trabajar al World Trade Center y nunca volvieron a sus casas?
Bin Laden, según su propia teoría, ha acabado convirtiéndose en un mártir y emprendiendo el camino del Paraíso, su paraíso, del cuyas bondades, según cuentan, no debía estar demasiado convencido, por el poco interés que tenía en coger la senda hacia la eterna felicidad. Este valiente, capaz de enviar a morir a sus hombres, una tras otra vez, y que no tuvo mejor iniciativa que esconderse tras una mujer para evitar ser ejecutado, deja en la Tierra , en nuestra Tierra, un legado de odio y radicalismo que, en absoluto acaba tras él.
Que este individuo tenga que pasar a la historia y que su nombre arroje más de un millón de resultados en los buscadores de Internet, es francamente lamentable. Mi ídolo, hoy, es Obama, al que nunca consideré el valor que hoy le considero. Acabar con Bin Laden es un hito que debe pasar a la historia por su grandeza, pero no solo me estoy refiriendo a esto.
Obama ha conseguido que, después de un mes, los telediarios abriesen con un tema distinto a los Real Madrid – Barça. Ese es su gran mérito. Lo de Bin Laden podía haberlo hecho otro, pero dejar en segundo plano a los rifi-rafes entre Mourinho (Mou, desde que forma parte de nuestras casas) y Guardiola (Pep) es algo que solo saben hacer los realmente grandes.
Acabar con Bin Laden no está mal. Vengar la memoria de sus víctimas, está muy bien.
Conseguir que se hable de algo distinto a los “partidos del siglo”, no tiene precio. Olé, Barack.
Conseguir que se hable de algo distinto a los “partidos del siglo”, no tiene precio. Olé, Barack.
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