miércoles, 4 de mayo de 2011

Cambiando de tema

Hoy debo empezar esta entrada reconociendo que me equivoqué al minusvalorarle. La verdad es que me ha demostrado tener madera de líder suficiente para convertirse en mi ídolo, si sigue el camino que ha empezado este fin de semana.
A muchos os habrá parecido una casualidad que hayan tenido que pasar diez años desde la masacre de las Torres Gemelas hasta que el ideólogo de aquella barbaridad haya  pagado todo el dolor que causó, tanto en Estados Unidos como en muchos  otros rincones del mundo. No soy partidario de estos métodos, pero  esta vez no puedo decir que no me alegre, sino más bien todo lo  contrario. ¿Qué no tuvo un juicio justo? ¿Acaso lo tuvieron las más de  tres mil personas que salieron un día a trabajar al World Trade Center  y nunca volvieron a sus casas?
Bin Laden, según su propia teoría, ha acabado convirtiéndose en un mártir y emprendiendo el  camino del Paraíso, su paraíso, del cuyas bondades, según cuentan, no debía estar  demasiado convencido, por el poco interés que tenía en  coger la senda hacia la eterna felicidad. Este valiente, capaz de  enviar a morir a sus hombres, una tras otra vez, y que no tuvo mejor iniciativa  que esconderse tras una mujer para evitar ser ejecutado, deja en la Tierra, en nuestra Tierra, un legado de odio y radicalismo que, en absoluto acaba tras él.
Que este individuo tenga que pasar a la historia y que su nombre  arroje más de un millón de resultados en los buscadores de Internet,  es francamente lamentable. Mi ídolo, hoy, es Obama, al que nunca  consideré el valor que hoy le considero. Acabar con Bin Laden es un hito  que debe pasar a la historia por su grandeza, pero no solo me estoy  refiriendo a esto.
Obama ha conseguido que, después de un mes, los telediarios abriesen  con un tema distinto a los Real Madrid – Barça. Ese es su gran mérito. Lo de Bin Laden podía haberlo hecho otro, pero dejar en segundo plano a los  rifi-rafes entre Mourinho (Mou, desde que  forma parte de nuestras casas) y Guardiola (Pep) es algo que solo saben hacer los realmente grandes.
Acabar con Bin  Laden no está mal. Vengar la memoria de sus víctimas, está muy bien.
Conseguir que se hable de algo distinto a los “partidos del siglo”, no tiene precio. Olé, Barack.

No hay comentarios:

Publicar un comentario