Si algo hemos ido adelantando, a medida que nos adentrábamos en esta crisis sin fondo, es que, por fin, Zapatero empieza a saber, a ciencia cierta, quien es su principal enemigo. Para sorpresa de algunos, que ya no de la mayoría, ni es Rajoy, ni es Rubalcaba ni Bono, ni es el paro ni la crisis económica. El principal enemigo de Zapatero se llama Zapatero, al que sus continuos cambios de criterio y de rumbo han convertido en una referencia complicada que lo hará ser recordado, entre otras cosas, como el Presidente más impredecible de la democracia española.
Como ya le dijeron una vez, rectificar es de sabios y de necios hacerlo a diario, y la gestión de PetaZetas al frente del Gobierno de España se ha caracterizado por sus continuos bandazos y cambios de rumbo, con la única característica común de que ninguno de ellos haya acabado produciendo los efectos que hubiesen sido deseables.
El último ha sido anunciar su marcha cuando su principal obsesión era quedarse. Su decisión, motivada sin duda por ser el último y el único en considerarse un gobernante válido, es una forma, falsa sin duda, de hacer creer a la opinión pública que su responsabilidad y su dedicación a España le obligan a proponer su relevo al frente del PSOE por encima de su voluntad personal.
El Zapatero que se va no tiene nada que ver con el Zapatero que llegó tras los atentados del 11-M. De sus propuestas de 2004 no queda nada más que un rescoldo incapaz de sostener ningún proyecto.
Su presunto talante, convertido en una larga lista de prohibiciones de todos los tipos, su innegable compromiso con las prestaciones sociales que ha acabado con el mayor recorte de ayudas que ha conocido la historia de la democracia, y su invariable rechazo a la guerra que le ha llevado a ser el primer país en poner sus medios a disposición del ataque a Libia, son solo algunos ejemplos de una deriva que se ha llevado por delante las ilusiones y el futuro de muchos españoles.
No quiero amargar la fiesta a nadie, pero Zapatero aún no se ha ido. Lo que ha hecho este fin de semana es lo mismo que hacen las visitas pesadas cuando dicen aquello de “nosotros tendremos que irnos ya” sin ni siquiera mover un músculo en nuestro sofá. No solo sigue, sino que se da casi un año de tiempo antes de levantarse. Aún a sabiendas de haberse convertido en una compañía incómoda, incluso para su partido, cuenta con la total certeza de que nadie puede sacarlo de ahí hasta que él mismo tome la decisión.
No hay nada más peligroso que un animal moribundo, y de PetaZetas no queda más que sus últimos coletazos como Presidente. Si, cuando tenía esperanzas en seguir, fue lo que fue, mejor no pensar qué puede ser a partir de ahora.
Eso sí, puestos a no pensar, mejor no entremos ahora en aquello de que “detrás vendrán que bueno me harán” porque pánico da atreverse a vaticinar qué puede haber en el postzapaterismo. En las primarias del PSOE, entre Chacón y Rubalcaba, yo lo tendría claro. Voto nulo, no vaya a ser que vote en blanco y Pepiño se dé por aludido. Por suerte, no tendré que verme en esa tesitura.
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