viernes, 28 de enero de 2011

¿Alguien me oye?

Hace unos dias, leíamos en Internet que las series infantiles de Clan TV habían superado en audiencia a la entrevista del Presidente del Gobierno en Veo7. No siendo un dato relevante, ni referido a ninguno de los canales “principales” de la parrilla televisiva, sí que invita a hacer una reflexión acerca del interés de los españoles por la política o, como siempre digo, por los políticos.
Desde hace muchos años, se ha aceptado la idea de que los jóvenes no demostrasen un abierto interés por quienes dirigen (y por cómo dirigen) nuestras administraciones públicas. Pero, ahora, lo que debe empezar a preocuparnos es que ese desinterés sea creciente entre la juventud y alcance, cada vez más, a quienes no son ya tan jóvenes.
Si tenemos en cuenta que la sociedad española atraviesa hoy por una situación en la que hace ya años que no nos veíamos (un paro que supera el 20%, con un desempleo juvenil del 43%, las crecientes dificultades de acceso al crédito, la prolongación hasta los 67 años de la vida laboral, los contínuos recortes de prestaciones sociales,…), es fácil entender que nos resulte más creible que Dora, la Exploradora, tenga como amigo a un mono que habla, que el hecho de que nuestros políticos sigan afirmando que esta crisis se acaba ya.
Lo de la política española es, sin duda, una cuestión de credibilidad, pero también de reciprocidad. Mientras los políticos no se paren a escuchar a los ciudadanos, los ciudadanos se resistirán a seguir escuchando a los políticos. No es la sociedad quien se desvincula de la política, sino la política quien se ha desvinculado de la realidad.
Nuestra sociedad solo pretende que sus dirigentes cambien las palabras por los hechos, que vivan una misma realidad y que conozcan los problemas reales del día a día y actúen para resolverlos. Mientras tanto, seguiremos entreteniéndonos con series juveniles que, aunque sea solo por veinte minutos, distraigan nuestra atención de los problemas de cada día.

lunes, 24 de enero de 2011

Aprendiendo actitudes

En estos últimos días, en que estoy retomando el pulso a la vida universitaria, me estoy dando cuenta de que una de las principales inquietudes de los estudiantes es la llegada del  nuevo plan de estudios universitarios (más conocido como Plan Bolonia).
Su preocupación, de momento, no es el plan en sí, sino el cambio que supone, de un sistema ya conocido a otro por conocer . No voy a entrar a juzgar si el nuevo plan es mejor o peor del que teníamos hasta ahora. Es nuevo, y todo lo nuevo, por desconocido, nos da una apariencia diferente, peligrosa y, en algunos casos, aparentemente perjudicial.
Esta situación lleva a que algún/a estudiante se sienta como la princesa Peach, continuamente bajo la amenaza de ser atrapada por el malvado Browser (que en este caso sería el Plan Bolonia). El Plan supone una continua persecución y, con su llegada y el interés por evitarlo, los estudios entran en la modalidad contrarreloj.
Peach tiene, ante esta situación, dos opciones: correr más que Browser-Bolonia para escapar de sus garras, o dejarse alcanzar y adaptarse al cambio. En cualquiera de ellas, aunque ahora lo dude, puede salir beneficiada.
Si Peach decide huir de Bolonia, aprenderá a vivir bajo la presión que supone tener un plazo, definido y corto, para alcanzar un objetivo. No dudes, Peach, que esa situación se repite una y otra vez a lo largo de la vida. Siempre hay un factor externo que nos obliga a correr más de lo que teníamos previsto para alcanzar un objetivo. Momentos así son los que nos ayudan a aprender organización, a emplear la planificación y a soportar la tensión de ver que la fecha se acerca.
Si, por el contrario, la opción es adaptarse al cambio, hay que verlo como algo positivo. Los cambios nos enseñan siempre cosas nuevas. El objetivo de los estudios universitarios debe ser enseñar algo más que conocimientos y habilidades. Cualquier estudiante, como Peach lleva, cuanto menos, doce años de estudios aprendiendo conocimientos y habilidades. Es el momento de empezar a aprender actitudes, de aprender a vivir. Estas actitudes son las que nos enseñarán a ser mejores trabajadores y, como consecuencia, mejores personas (o al revés, como cada uno prefiera), y la enseñanza superior debe encargarse, preferentemente, de conseguir estos objetivos, porque la adaptación al cambio y la adaptabilidad a los nuevos entornos, son las principales lecciones que deben aprenderse, antes o después, para sobrevivir en un ámbito competitivo.
Animo, Peach. Este Browser no est an fiero como aparenta.

miércoles, 19 de enero de 2011

Esto no hay quien lo entienda

Por fin lo hemos conseguido. España ha institucionalizado ya su Torre de Babel. Ayer, en el Senado, se estrenó el sistema de traducción simultánea, con el que nuestros “representantes” pueden jugar a simular que ahora entienden lo que antes ya entendían.
Soy defensor de la multiculturalidad, de la identidad de los pueblos (hasta de los más pequeños) y, por supuesto, de la conservación y la potenciación de la variedad lingüística como uno de los máximos exponentes de la riqueza cultural española, pero de ahí a admitir que se gasten 350.000 euros anuales en que se entienda lo que dicen quienes pueden entenderse sin más necesidad que la voluntad de hacerlo, la cuestión es bien distinta.
No hay duda de que el Senado necesitaba una reforma, pero no en el sistema de traducción. La representación de los territorios no es una cuestión de hablar la lengua de cada uno de ellos, sino de conocer sus necesidades, sus inquietudes y sus intereses y atenderlos como corresponde. A mi me da igual si mis políticos me defienden en castellano, en valenciano o en ruso. Mi interés es que defiendan lo que nos tiene que hacer crecer, lo que tiene que mejorar nuestra calidad de vida, lo que tiene que darnos oportunidades de futuro, lo que nos tiene que sacar de esta crisis brutal en que no sabría decir si fueron nuestros gobernantes quienes nos metieron, pero sí quienes se muestran dia a dia incapaces de sacarnos.
Gastar 350.000 euros anuales en el juguete de las traducciones es una burla para todos los españoles, especialmente para aquellos, cada vez más, que tienen verdaderos problemas para llegar a final de mes. No sé si alguna vez era un buen momento, pero desde luego, ahora no es la mejor ocasión de hacer un gasto como este. La demostración de sensibilidad de nuestros políticos queda ya, si no lo estaba antes, bajo mínimos. No se pueden congelar pensiones, reducir salarios, prolongar la edad de jubilación, reducir derechos sociales, frenar la construcción de infraestructuras… y decidir gastar ese dinero en algo tan absurdo como esto.
Con actuaciones así, no se entiende que luego cuestionen el porqué la ciudadanía da la espalda a la política (yo diría, mejor, a los políticos), que se quejen de que no se acude a votar, que no entiendan de que se pierda el interés por la “cosa pública”. Los españoles no se apartan de la política. Es la política quien expulsa de su alrededor a cualquier muestra de sensatez y coherencia.
Que sirva como moraleja la decisión de Yahvé, al conocer la construcción de la Torre de Babel: “Confundamos su lenguaje de modo que no se entiendan los unos con los otros” ¿No deberíamos volvernoslo a pensar?

lunes, 17 de enero de 2011

Manzanilla Party

Hace solo una semana, nos enterábamos de que un tiroteo contra una congresista norteamericana había dejado seis muertos en Arizona. Este fin de semana, en Murcia, un consejero autonómico ha sufrido una brutal agresión sin ningún tipo de justificación. ¿El mundo se está volviendo loco o ya hace años que se volvió y ahora simplemente lo demuestra?
Sin que sea necesario decir que condeno cualquier tipo de violencia, sea física, sea verbal o sea psicológica, es cierto que nos encontramos con un nivel de agresividad en nuestra vida cotidiana innecesario e impropio de una sociedad avanzada como nos gustaría que fuese la del siglo XXI. No debemos caer en la tentación de decir que somos cada vez más violentos (la especie humana ha sido, desde siempre, protagonista de luchas, guerras y agresiones) pero cada vez tienen menos sentido estas actuaciones que no tienen más justificación que la conquista del ansiado poder.
Pero… ¿Poder qué? ¿Tan importante es mandar? La política, por definición, es todo lo contrario de lo que la estamos convirtiendo en los últimos tiempos. Es dialogo, es participación, es convivencia y es entendimiento. No podemos, quienes nos dedicamos a ella, pasarnos la vida acusando de todos los males mundiales a quienes tenemos enfrente, y recibiendo a su vez acusaciones por ese mismo motivo, y pretender que la ciudadanía no se contagie de ello.
Quienes la semana pasada acusaban a los del otro lado de instigar a la violencia que llevó a cometer el asesinato de Arizona son los mismos que ahora se escandalizan de que se les acuse de ser ellos los instigadores. Al final, es cuestión de pura geometría, si quien pega está a la derecha, quien recibe debe estar a la izquierda, y al revés, pero como nunca me he creido mucho eso de la geometría aplicada a la política, no sabría yo decir si esa obviedad es aplicable a este caso.
El resultado es que, con la estrategia del “¡y tú más!” estamos haciendo añicos la confianza que la sociedad debería tener en la clase política. Y si hundimos la confianza de los ciudadanos en sus dirigentes, estaremos hundiendo, con ello, la propia estructura de la sociedad.
Juguemos a ser políticos civilizados. Juguemos a la propuesta positiva, a la respuesta hábil, a la crítica constructiva. El electorado seguro que lo agradece porque, al contrario de lo que podamos pensar, la convivencia se sigue valorando como un factor fundamental para el bienestar.

miércoles, 12 de enero de 2011

Subiendo nota...

Para los estudiantes extremeños hoy puede que sea un gran dia. La nueva Ley de Educación de Extremadura recogerá la posibilidad de que los profesores mejoren sus retribuciones en función de los sobresalientes que pongan. Con independencia de la alegria que esta medida pueda producir en ambos sectores, la verdad es que por más que la miro no le encuentro la lógica por ningún sitio.
No tengo muy claro (¿o quizá debería decir que tengo muy claro que no?) que mejorar las retribuciones de los profesores en función de las mejores notas de los alumnos sea una buena forma de mejorar el sistema educativo. El aprendizaje (y la nota, como consecuencia del mismo), debe ser cosa del estudiante, del mismo modo que es responsabilidad del profesor la enseñanza en las mejores condiciones para conseguir que el alumno aprenda al máximo y obtenga las máximas calificaciones, no por una rebaja en el nivel sino por una mejor capacitación.
En España, no acabamos de ver el paralelismo entre formación y competitividad. No entendemos que las notas de hoy son las competencias del mañana y que esas competencias no son más que las futuras oportunidades de empleo.
Con la apertura de fronteras y la libre circulación de trabajadores en el territorio europeo, nuestra competencia ha crecido tanto como se ha reducido nuestra competitividad. Ahora tenemos la “obligación” de atender las solicitudes de empleo de ciudadanos europeos, pero carecemos de la preparación necesaria para competir con ellos en sus países. Dicho desde otra perspectiva, debemos dejar entrar y debemos prepararnos para salir.
Si lo que buscamos es un buen posicionamiento internacional, no bastará con hacer un sistema educativo flexible y adaptado con multiples facilidades para los alumnos, porque esto acabaría viciando el sistema y consiguiendo que su prestigio fuese devaluado como el de cualquier universidad de tercera categoría. El sistema debe mejorar en sentido ascendente, en conseguir mejor formación y mejor capacitación (y, como consecuencia, mejores calificaciones), pero mientras el objetivo intente cumplirse rebajando el nivel de exigencia, esa será la primera asignatura pendiente de los graduados.
Probablemente, los estudiantes de hoy no lo ven así (incluso me atrevería a decir que mis alumnos empezarán a asustarse si leen esto antes del examen del próximo lunes). En verdad, tampoco yo lo hubiese visto tan claro cuando era uno de ellos, pero eso no es más que otra asignatura pendiente: el conocimiento del mundo laboral antes de estar inmerso en él (pero, si os parece, este tema lo dejaremos para una próxima entrada)
Y respecto al examen, ánimo y tranquilidad. Nosotros no cobramos más por los sobresalientes, pero lo compensamos con la alegría que nos da cada vez que ponemos uno.

sábado, 8 de enero de 2011

Viviendo deprisa

 Dicen los dietistas que para tener una buena digestión es necesario masticar despacio y bien los alimentos antes de ingerirlos. De esta forma, además de facilitar la labor de nuestro organismo, conseguiremos saborear más cada bocado y disfrutar más de lo que comemos.
Aunque pueda parecerlo, por el comienzo de esta entrada y por las fechas en que estamos, no pretendo hablar de las recientes comidas navideñas ni de las pesadas digestiones que provocan estos excesos. Si en algo puedo hacer una referencia a las recientes fiestas, es en que se han acabado las celebraciones y, probablemente, apenas nos hemos dado cuenta de todo lo que hemos vivido y de todo lo que hemos pasado.
Realmente, esto no solo nos ocurre en navidad, sino que es una constante en la mayoría de cosas que nos pasan. Solemos dedicar más tiempo a pensar en lo que tenemos que vivir a continuación que a disfrutar lo que estamos viviendo en cada momento. Nos damos más cuenta de lo vivido cuando lo recordamos que cuando lo vivimos. No es que sea malo tener buenos recuerdos, por supuesto que no, pero seguro que esos recuerdos serían mejores si hubiésemos vivido con más intensidad cada momento.
Todo ocurre porque siempre vivimos el “ahora” pensando en el “después”. Ya puede ser bueno o malo, pero solemos estar en el presente pensando qué vendrá en el futuro en vez de estar aprovechando el presente al máximo.
Habría que aprender a masticar bien cada momento que vivimos, disfrutar más de cada uno de los aspectos de la vida. Se puede vivir rápidamente y se puede disfrutar viviendo, pero si elegimos la primera opción, nos daremos cuenta de lo vivido cuando, probablemente, ya no tengamos tiempo para disfrutarlo.
Mastiquemos bien cada paso. Disfrutemos cada día, cada cosa, cada momento y seamos conscientes de que nunca podremos repetir cada instante, de que el tiempo es como el café…. puede ser mejor o peor, pero nunca hay dos iguales.