lunes, 7 de febrero de 2011

El gran apagón

Todas las mañanas, mientas desayuno antes de entrar al trabajo, tengo ocasión (muchas veces la única del día) de ver las imágenes de algún informativo. Aunque el medio de comunicación por el que me mantengo informado de la actualidad es, preferentemente, la radio, siempre viene bien poder ver las imágenes que, de cualquier otra forma, solo podría obtener a partir de mi imaginación.
A la vista de los contenidos de estos espacios, no puedo evitar la tentación de pensar, una vez tras otra, en qué sería de los telediarios si retirásemos de sus guiones todas las frases que contengan la forma verbal “ha dicho”. Vivimos en un mundo de permanentes declaraciones, las cuales no siempre dejan paso a una acción productora del resultado deseado, ni tan siquiera aportan nuevos datos que nos haga ser ciudadanos mejor informados.
No hay peor castigo que tener que estar permanentemente escuchando a quien no tiene nada que decir. Es cierto que la imagen pública de muchos personajes de la actualidad les obliga a estar permanentemente en pantalla, pero es inevitable que lleguemos a pensar en la cantidad de fuerzas que se van en estas declaraciones y en que nunca llegan a mejorar la eficiencia del trabajo de su emisor, sino que provocan cierto hartazgo en la opinión pública que se me antoja que puede llegar a ser incluso contraproducente para los intereses del protagonista.
Me atrevería, ya adelanto que con muy poco éxito, a proponer que durante una semana, solo una semana, se retirasen de los informativos los micrófonos y las declaraciones vacías que no hacen más que llenar minutos de televisión (o de radio) sin aportar nada que nos sirva para mejorar. Una semana sin soportar las ruedas de prensa de los distintos partidos políticos, una semana sin sufrir las declaraciones ¡¡¡diarias!!! de los entrenadores de fútbol, una semana de noticias de hechos y no de reseñas de dichos. Probablemente, los noticiarios se verían reducidos a siete u ocho minutos, pero siempre habría algún capítulo repuesto de "El Principe de Bel Air" o "Los Simpson" que permitiría rellenar ese hueco.
Si, de verdad, los más jóvenes cogen sus modelos de los medios de comunicación, siempre suponiendo que alguno de esos  jóvenes se entretenga informándose de la actualidad, convendría dejarles ver que la realidad no se compone de frases pronunciadas sino de hechos realizados, y solo así se pueden sentar las bases de una sociedad confiada en sus posibilidades y con un mejor potencial de crecimiento para el futuro.

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