miércoles, 2 de febrero de 2011

Como momias

Cuando las barbas del vecino veas cortar… Supongo que cualquiera de estos días empezaremos a escuchar que España no es Egipto, del mismo modo que, en su día, escuchamos que España no es Grecia, que España no es Irlanda, o que España no es Portugal, en estas permanentes lecciones de geografía que nuestros políticos nos van dando a medida que la crisis económica va cobrándose víctimas en el escenario internacional.
Al final, además de sentir un poquito de pena por tener que decir también que España no es Alemania, y un poquito de inquietud por si algún día tenemos que acabar diciendo que España no es España, nos tendremos que empezar a dar cuenta de que el hecho de no parecerse a nadie, implica que nadie puede servirnos como modelo, ni para lo bueno, ni para lo malo.
No es que espere, ni desee, que en España se genere una situación similar a la que se está viviendo en Egipto o Túnez, ni muchísimo menos, pero tampoco acierto a entender porqué con toda la que está cayendo,  nadie se queja de nada. Tenemos a más de un millón de familias con todos sus miembros en paro, casi la mitad de jóvenes no encuentran forma de integrarse en el mercado laboral, aumentan los desahucios por falta de pago de hipotecas (y los tipos de interés solo han hecho que empezar a subir), pagamos más IVA, los combustibles baten record de precios… y las únicas que se ponen en huelga son ¡¡¡las máquinas de tabaco!!!
Es cierto que si alguien ha conseguido un descrédito superior al de los políticos en esta situación, han sido los sindicatos. Pocos son los que hoy aún confían en las organizaciones sindicales como defensores de los trabajadores. Desde aquel famoso “no defendemos a los parados, porque ya no son trabajadores, y la defensa de los trabajadores es nuestra razón de ser” su imagen pública ha ido en acusada pendiente decreciente, hasta alcanzar un punto máximo en el simulacro de huelga general del 29-S.
Pero, a pesar de los sindicatos, ¿por qué no nos quejamos de nada? El problema va más allá de estar contento o no estarlo. Realmente, no hay nada peor que la indiferencia ante lo que nos pasa o lo que nos puede pasar, que nos dé igual la situación en que estamos y lo que nos queda por venir.
Los españoles empezamos a entender que nuestra política y nuestros políticos son un mal necesario. Lo que va mal, va mal, y no tiene solución. No es necesario reclamar cambios, no es productiva la protesta social, no es eficiente organizar manifestaciones para expresar nuestro descontento…
Pues quien calla, otorga, y si no decimos que no nos conformamos con esto, cualquiera puede acabar pensando que estamos a gusto en esta situación o que no pensamos que nada, ni nadie, sea capaz de mejorarla. Sin necesidad de plantearse la opción de organizar manifestaciones destructivas o protestas irracionales, de alguna forma habrá que empezar a demostrar que no nos gusta estar así, que queremos cambiar, y que si la crisis internacional nos sirvió como excusa para justificar la entrada en esta situación, la recuperación de los demás, debe servirnos también como modelo para salir de ella.
Pero lo primero es lo primero y no podemos olvidar que de los partidos de esta noche puede resultar una final de la Copa del Rey entre el Barcelona y el Real Madrid. El resto de temas, podrán esperar hasta mañana... ¡¡Qué país!!

2 comentarios:

  1. Sin ánimo de ser superficial aunque sí de ser frívolo, una de las claves está, así lo creo, en el complejo de culpabilidad de haber vivido desde el 96 hasta el 2007 muy, pero muy por encima de nuestras posibilidades. Y mientras no haya verdadera necesidad, ¡ójala! no la haya , pues así estaremos, sorprendidos y con el culo apretado.
    javier

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  2. El problema, Javier, está en que la necesidad hace que las cosas no se hagan de forma racional, sino que los medios de protesta son bastante más violentos. Esperemos, como dices, que no llegue el caso y que Santa Merkel no nos deje caer hasta ese nivel.

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