lunes, 28 de marzo de 2011

De balones caídos

España, marzo de 2011: Casi cinco millones de parados, el precio del petróleo disparado, los tipos de interés decidiendo qué día empiezan a subir, las prestaciones sociales en mínimos, más de medio millón de familias desahuciadas, centenares (muchos centenares) de empresas en concurso de acreedores y… ¿quién se pone en huelga? ¡¡Los clubes de fútbol!!
Cada día estoy más seguro de que si nos parásemos a reflexionar qué hay detrás de eso que nos venden como deporte, dejaríamos de seguirlo y le haríamos tanto caso como le hacemos a los campeonatos mundiales de curling (ese deporte en que dos señores con patines persiguen con sus mochos a una piedra de granito para hacerla parar lo más cerca posible de la diana).
Comparando, en frío, la vida de cualquiera de estos niños futboleros, o la de sus dirigentes, con la de cualquier afortunado trabajador, nos daríamos cuenta cómo la sociedad tiene con ellos una tolerancia que no tiene, ni de lejos, con otras actividades.
Imaginemos cualquier empresa dispuesta a ofrecer, a cambio de dos horas semanales de trabajo (cuatro, en el peor de los casos) y otras pocas (no más de doce, por favor) de formación a cargo de la empresa (que al fin y al cabo los entrenamientos no son otra cosa), un contrato blindado, multimillonario e insultante para cualquier mortal de los que cada día se levantan antes de salir el sol y vuelven a casa ya caída la noche.
Si a estas condiciones añadimos, además, las horas que la radio y la televisión dedican a su vida y “milagros” no es de extrañar que estos privilegiados acaben considerándose dioses en una sociedad necesitada de ídolos.
Es vergonzoso que el menor presupuesto de la Primera División (el del Levante, con veinte millones de euros) sea casi igual al del Ayuntamiento de Xátiva, donde viven 30.000 personas. Es aberrante que familias que necesitan hacer grandes esfuerzos para poder comer a final de mes, tengan que ver cómo sus impuestos se dedican a financiar un espectáculo que, además, no siempre garantiza la calidad que de él debería esperarse. Pero, por si todo eso fuese aún poco ridículo, ahora los clubes se ponen en huelga porque les parece poco lo que obtienen de las televisiones (su principal medio de vida).
Quienes deberían ponerse en huelga son los aficionados. Un domingo sin fútbol, con los estadios vacíos, las televisiones apagadas y las radios poniendo música no sé si serviría para mucho, pero al menos sí para demostrarles que empezamos a estar cansados de que nos tomen el pelo.
Solo un dato: para ganar lo que costó fichar a Cristiano Ronaldo, un mileurista debería estar trabajando ¡¡¡7.833 años!!! (Ni Zapatero en estado puro nos haría trabajar hasta esa edad, por mucho que pueda ser que, en algún momento, haya tenido tentaciones). ¿Es para cansarse o no es para cansarse? Pues no, hoy España vive preocupada por si la selección tiene que jugar mañana en un campo sin césped… ¡¡Anda ya!!!

lunes, 21 de marzo de 2011

Lo que es y lo que no es

Hace ya algunos años, leer o escuchar la frase del título nos remitía directamente al que fue el segundo barrio de la mayoría de los que ahora vemos con envidia a quienes están a punto de cumplir los treinta. Me refiero, evidentemente, a Barrio Sésamo, esas calles en que solíamos comernos la merienda, mientras nuestros peluches favoritos nos explicaban lo que está cerca o lejos y lo que es alto o bajo.
Sin embargo, recientemente, tan manida frase se ha convertido en un slogan gubernamental, en una permanente clase de geografía que nos dice lo que es y lo que no es lo mismo. Ya sabemos, por definición ministerial, que España no es Grecia, que España no es Irlanda, que España no es Portugal o, en la más absoluta internacionalización del término, que Libia no es Irak.
A colación de las noticias con que me he despertado esta mañana, yo quiero aportar un dato más: Valencia no es Euskadi por mucho que Ramón Jauregui haya querido compararnos, a ver si con eso sacaba algún voto más para su candidato Jorge Alarte (el señor que se esconde detrás de las naranjas podridas de los carteles del PSPV).
Parece mentira que Jauregui, uno de los miembros de este Gobierno que aún me merecía algo de credibilidad, se haya convertido en el papanatas capaz de obsequiarnos con semejante grosería. Esta comparación es una ofensa tanto para los valencianos como para los vascos. Para nosotros porque no podemos consentir que se nos tache de lo que no somos, y si algo tiene el pueblo valenciano, de sobra, es tolerancia (no en vano son aún varios cientos de miles los que votan PSOE). Para los vascos, porque son muchos los que les gustaría vivir y hablar con la tranquilidad con que podemos hacerlo aquí, sin miedo a la continua amenaza de los pistoleros de ETA.
No es comparable, Jauregui, que en Valencia se escuche cada vez menos socialismo, porque cada vez tenéis menos que decir (por méritos propios, que no os quepa ninguna duda), con que en Euskadi se haya tenido, durante tantos años, miedo de hablar, miedo de hacer y miedo de estar. Aquí nadie tiene miedo de salir a la calle, de decir lo que piensa, de votar lo que quiere, sin temor a las amenazas, a las pistolas o a las bombas.
Valencia explota en sus fallas, como Alicante en sus hogueras o Castellón en la Magdalena. El olor a pólvora quemada es sinónimo de fiesta y de alegría, todo lo contrario que en el País Vasco, donde tanto se ha sufrido y se sufre cada vez que se escucha una explosión.
No son comparables, Jauregui. Te has equivocado de todas, todas. Es poco probable que, esforzándote, encuentres un paralelismo con menos acierto que el que has empleado. No es comparable la pérdida de credibilidad que os habéis ganado a pulso en Valencia (no te olvides de que fue un feudo socialista consolidado hasta que acabasteis con él, repito, por méritos propios) con el miedo que imponen las pistolas de ETA.
Valencia ni es ni ha sido tierra de silencio, ni ahora ni nunca, y entre nuestras alegrías está la de ver como el País Vasco encuentra poco a poco un camino hacia la tranquilidad, que esperamos que acabe en la tan ansiada paz. Nos hemos identificado muchas veces con vosotros, pero también estamos seguros de que sois muchos los vascos a quienes os gustaría vivir en las condiciones que vivimos aquí.
No es comparable, Jauregui. Es una ofensa para todos. Para los valencianos porque no te has molestado en saber como somos antes de hablar de nosotros, y para los vascos porque parece mentira que, viniendo de allí, hayas minimizado el dolor de muchos años y muchos muertos a cambio de un puñado de votos.

jueves, 17 de marzo de 2011

Votando en justicia

El pasado mes de enero entró en vigor la última modificación de la Ley Electoral, en la que el legislador debió olvidarse de incluir la posibilidad de que las campañas electorales se realicen, a partir de ahora, en los juzgados. Desde hace ya algunos meses, no hay día en que no nos levantemos con una nueva noticia de cargos públicos (o aspirantes a serlo) imputados o acusados de los más variados delitos.
O la política se ha corrompido definitivamente, cosa que me resisto a creer pese a que la opinión pública empieza a ser favorable a esta opción, o los partidos políticos han encontrado en los juzgados un filón de votos que son incapaces de conseguir de cualquier otra forma más recomendable en democracia.
No voy a poner en duda la necesidad de mantener, en lo público y en lo privado, el cumplimiento de la legalidad y de que deben perseguirse aquellos actos que conlleven un perjuicio para la sociedad, pero creo que nuestros políticos se están extralimitando un poco en la apreciación del concepto y que estamos cada vez más cerca del todo vale y más alejados de la coherencia más básica.
Si, hasta hace unos meses, los programas del corazón se llevaban la palma en cantidad de querellas, ahora son los políticos quienes luchan, a toda costa, por conseguir este absurdo record. El resultado es que, entre  unos y otros, las querellas se reparten con la misma facilidad que la publicidad en la puerta de un Pans&Company, con el consiguiente bloqueo de la justicia y el gasto público que conlleva este peligroso juego.
Lo que quizá los partidos no entienden es que, con estas actitudes, lo que se está minando no es al oponente, sino a la confianza del electorado en la totalidad de la clase política. No se puede dar el mismo trato a todos los casos, con independencia de que el Derecho penal los sitúe a todos bajo el mismo nombre, y por mucho que a los partidos les interese integrar a todos los imputados en un mismo saco.
Lo peor de todo (o lo mejor, que nunca se sabe), es que pasados unos días nunca se vuelve a oír hablar de estos asuntos y nunca llega, si se me permite la expresión, la sangre al río. Son muy pocos los asuntos que acaban en una inhabilitación y, menos aún, en penas de prisión, lo cual demuestra la falta de contenido y argumentos que sujetan a la mayoría de ellos.
De verdad esta política ni es democrática ni es nada. Ya no vale aportar o plantear mejores resultados o mejores propuestas para la sociedad y para los ciudadanos. Solo cuenta acumular más imputados en el campo contrario y descalificar, de la forma que sea, al adversario político, lo merezca o no.
Valga, como ejemplo, la comparación de Mariano Rajoy con Silvio Berlusconi que hizo esta semana Jorge Alarte (es el candidato socialista a la presidencia de la Generalitat Valenciana, por si alguien no lo conoce). Con ella se alcanzan ya cotas del ridículo más espantoso a que puede llegarse en una pre-campaña electoral.  Y todo a cuenta de los famosos trajes, que de tan sobreutilizados acabaran volviéndose contra su promotor. Por cierto, con la de veces que hemos tenido que oír, quienes somos aficionados a la buena mesa, aquello de “más vale comprarte un traje que invitarte a comer”, ahora resulta que es delito penal. Ni la sociedad entiende a los políticos, ni los políticos entienden a la sociedad, y eso que dicen que unos representan a los otros. Eso habrá que verlo.

lunes, 14 de marzo de 2011

Se buscan modelos

Quizá pueda resultar extraño hablar de buenas noticias viendo como el mundo se estremece con las que llegan desde Japón o desde Libia, pero los caprichos del destino han querido que este fuese un fin de semana de alegrías, al menos en un ámbito mucho más cercano y personal.
En solo tres días he podido ver, de cerca, dos grandes ejemplos de cómo la constancia, la ilusión y la autoconfianza son un combustible insuperable para alcanzar las metas que cada uno se fije. Apenas tienen nada que ver un caso con el otro, pero ambos los siento cercanos y me provocan una inmensa alegría.
El pasado viernes viví el que ha sido, sin duda, el mejor momento de cuantos he podido disfrutar como docente hasta hoy. La lectura del primer trabajo final de carrera en que participo como director marcó uno de esos hitos que se reviven durante mucho tiempo y que provocan esa sonrisa tonta que se nos pone cuando estamos recordando un momento feliz
Ayer, domingo, la final del Trofeo Bancaixa de pelota en el que Dani, el Dani de siempre, volvía a ganar, volvía a estar en lo más alto, me dio la segunda gran alegría en muy pocas horas.
A priori, no parecen temas comparables en absoluto, pero tienen muchas raíces que permiten paralelismos entre ellos. Constancia, iniciativa, interés, desparpajo y humildad, sobre todo, humildad. Los grandes campeones son quienes siguen siendo los mismos antes después de ganar, quienes siempre tienen un recuerdo y una palabra dedicada a sus compañeros de equipo, quienes huyen de lo individual para destacar lo colectivo. Cuando alguien está en lo más alto y se acuerda de quien le ha ayudado a subir no queda duda de que es una gran persona, mucho más que un campeón.
Poder ver como una alumna se crece, a medida que su exposición avanza, dejando pequeñito todo lo que le rodea, centrando toda la atención de su público, como solo parece que sepan hacer los grandes presentadores, provoca una satisfacción tan grande como ver a un deportista, castigado durante mucho tiempo por las siempre injustas lesiones, que vuelve a estar en la cumbre a su primera oportunidad.
El Bancaixa se le queda pequeño a Dani, como la matrícula de honor se le quedó pequeña a Mª Jesús. Con personas así, sus notas o sus títulos deben quedar en un segundo plano. Su grandeza supera, y mucho, a sus éxitos y hace que estos acaben resultando méritos casi complementarios. Son, sin duda, dos ejemplos a seguir en una sociedad que se deshumaniza cada día más, en que las relaciones personales van quedando atrás ante otras muchas cosas que, realmente, apenas deberían tener importancia.
En casos como estos, lo de menos es conseguir el título. Lo importante es alcanzar objetivo tras objetivo, como una necesidad continua, y seguir siendo los mismos de siempre. Por encima de triunfadores, sois ejemplos a seguir y modelos en quien reflejarse. Más no se os puede pedir.
Felicidades, campeones.

viernes, 11 de marzo de 2011

Segundas versiones

Yo no sé si es por las prisas o por la comodidad que supone no tener que contrastar nada y emitir opiniones propias, pero tenemos la costumbre de quedarnos siempre con la primera versión que escuchamos y hacer juicios de valor sin molestarnos en conocer la versión de la contraparte.
Aparentemente, no hay motivo que justifique esta actitud pero, probablemente, si nos paramos a pensar, no hará muchos días que, cada uno de nosotros, hemos vivido una realidad que viene a confirmar este dato.
Probablemente, el mundo (o, por quedarnos más cerca, nuestras relaciones con los demás) sería distinto si nos molestasemos en conocer sucesos y opiniones desde distintos puntos de vista. Podríamos así ver distintas justificaciones, matizaciones y perspectivas que nos ayudarían a tener una opinión más global y, como consecuencia, más objetiva.
Sin embargo, no es así. En la mayoría de ocasiones, nos conformamos con lo primero que oímos y una opinión, por buena e imparcial que pretenda ser, siempre acaba siendo una visión incompleta de una realidad más amplia.
Por poner un ejemplo, conocido por todos, ¿alguien se ha molestado en escuchar al lobo de Caperucita sobre cuales eran los motivos que le llevaron a cometer semejante atrocidad? No es por defenderlo, que bueno tampoco debía ser, pero debía tener mucha hambre aquel pobre animal para comerse a la abuelita, así a pelo y sin guarnición… Si por lo menos se hubiese podido hacer un caldo… porque, sin ánimo de ofender a nadie, a su edad la señora debía estar dura, dura, dura… tanto que cuando llegó el cazador y abrió al lobo ¡¡¡aún estaba entera!!!
¿Y la madrastra de Blancanieves? Tener en casa a una niña pija, que se pasa el día hablando con los pájaros, como única herencia del difunto marido… ¿va a permitir que sea la preferida de un espejito con vocación de viejo verde? Evidentemente, no. Algo había que hacer, y la ira tiene estas cosas. Si hubiese tenido como hijastra, por decir a alguien, y sin ánimo de desmerecer, a Mª Teresa Fernández de la Vega, seguro que los siete enanitos seguirían viviendo tranquilamente en el bosque, totalmente anónimos para el resto de la humanidad.
Son solo dos ejemplos de grandes incomprendidos, de esos que, a buen seguro, conocemos a montones, pero que nos seguimos resistiendo a dejarles hablar. Probablemente, la historia sería distinta si siempre se hubiese respetado el derecho a réplica, si las explicaciones del tercero de turno hubiesen formado parte del sumario. Escuchemos más y prejuzguemos menos. Seguro que nuestra percepción de la realidad varía y nuestra relación con los demás mejora. Igual algún día hasta conseguimos entender los razonamientos de PetaZetas para llevar adelante (¿o deberíamos decir atrás?) el destino de España.

martes, 8 de marzo de 2011

Por ellas...

Aunque hace pocos días escribí ya una entrada referida a las políticas de igualdad, hoy, 8 de marzo, ni puedo ni debo dejar pasar la oportunidad de dedicar esta entrada a todas las mujeres en el que se ha decidido que sea el Día Internacional de la Mujer Trabajadora.
Dicho esto, como viene siendo mi costumbre, tampoco puedo evitar dar mi opinión acerca de la celebración de este tipo de eventos. Se supone que recordar un día al año cualquier acontecimiento refleja la necesidad de acordarnos de que algo, o alguien, existe. No es malo recordar que hay mujeres trabajadoras, igual que hay hombres trabajadores, pero el problema es que ese recuerdo se reduzca a un solo día al año. Del mismo modo que cada vez son más las voces que consideran una excusa comercial la celebración del Día de los Enamorados o del Día de la Madre (y eso que madre no hay más que una, salvo que seas personaje de Walt Disney, que apenas te durará los cinco primeros minutos de película), debemos aprovechar celebraciones como la de hoy para recordar lo innecesario de que haya un solo día para recordar a las mujeres que trabajan los 365 días del año.
La sociedad española ha avanzado mucho en los últimos años. Es cierto que aún queda mucho por recorrer, pero cada vez son más las mujeres que están en puestos de responsabilidad, tanto empresarial como política. El otro día, sin ir más lejos, la ministra Chacón decía que consideraba que España estaba preparada para tener una Presidenta del Gobierno. A mi no me cabe la menor duda de que sí, del mismo modo que se ha demostrado que se estaba preparado para tener alcaldesas, presidentas de comunidades autónomas y de entidades bancarias. Otra cosa sería considerar si ella está preparada para serlo, pero esa es harina de otro costal.
Estas declaraciones contrastan con actuaciones como permitir la entrada gratuita a las mujeres, durante una semana, a los museos estatales (las discotecas que lo permitían todo el año fueron denunciadas por sexismo) o reservar el palco VIP del Nou Camp para mujeres en el partido del pasado sábado, dejando a las claras que no son más que una muestra de la desigualdad que aún pretende mantenerse en determinados niveles pese a los avances que se constatan a diario en gran parte de la sociedad.
Dejémonos de manifestaciones y de celebraciones, y superemos en la realidad las discriminaciones por razón de sexo. Luchemos cada día por superar la discriminación salarial en los sectores en que aún se produce, luchemos cada día por evitar los perjuicios que la maternidad provoca en la vida laboral de las mujeres, luchemos, sobre todo, por evitar la lacra social que supone la violencia de género…. Esas serán las mejores celebraciones que podamos hacer para recordar, día a día, que las mujeres, igual que los hombres, luchan a diario por conseguir una sociedad mejor.
Dicho esto, y ya que la celebración sigue vigente, muchas felicidades a todas las mujeres, y quito lo de “trabajadoras” porque no tengo la menor duda de que todas lo son.

viernes, 4 de marzo de 2011

La crisis multinivel

Las pasadas navidades, solo unas horas después de que naciera este blog, recibí un mensaje de mi tío Paco en el que decía que este 2011 iba a ser un buen año para la economía porque, de lo contrario, sería la primera vez que políticos y economistas aciertan una predicción.
Realmente, el año no ha hecho más que empezar, pero parece que los economistas van camino de conseguir su primer acierto, mientras que entre los políticos hay división de opiniones y apuestan dependiendo de su color. La verdad es que me convence más otro comentario, que le oí a Leopoldo Abadía, que dice que la crisis acabará cuando Dios quiera y, de momento, no quiere.
Tenemos como costumbre hacer predicciones del mañana sin tener, en absoluto, la certeza de lo que está pasando hoy. No sabemos cuanto nos puede costar llenar el depósito del coche la próxima semana, pero ya queremos dejar claro que, en el próximo semestre, empezaremos a crear empleo neto. Permitidme el atrevimiento, pero tengo serias dudas de que así sea. Si la subida del precio del petróleo amenaza con devolver a Estados Unidos y a Europa a una nueva recesión ¿Va a ser España, que aún no ha salido, la privilegiada para evitarla?
Lo último es que el Gobierno ya ha establecido tres niveles para esta crisis. Deben haber seguido criterios lógicos, al estilo de “Nivel 1: la población aún come, pero menos”, “Nivel 2: la población solo come de vez en cuando”, “Nivel 3: la población ni come ni nos deja comer”. Si, según ellos, estamos aún en nivel 1 y vamos a empezar a salir de la crisis (otra vez, que no hay que olvidar que esta es la crisis de la que más veces se ha empezado a salir), ¿para qué se molestan en definir tanto nivel?
Lo único cierto es que la crisis, ni esta ni ninguna, no se va a solucionar maquillando el lenguaje ni adaptándolo a la situación. Tenemos como costumbre pensar que cuando el lenguaje es optimista, la situación también lo es. Ya no tenemos problemas… estamos inestables, y hablamos de la inestabilidad de la misma forma cuando la rebelión popular de Libia se lleva varios miles de vidas por delante como cuando una borrasca amenaza con regar las comarcas del interior. Así no vamos a ninguna parte. O las cosas se llaman por su nombre, o al final no sabremos ni de qué estamos hablando. Si hay crisis, hay crisis, y si tenemos que salir de ella cuando Dios quiera,… por Dios, que quiera pronto.

miércoles, 2 de marzo de 2011

Cada vez más seguros

Acabo de escuchar en la radio que el Tribunal de Justicia Europeo ha prohibido que las empresas aseguradoras empleen el criterio del sexo en el cálculo de los precios. Dicho de otro modo, se acaba aquello de que las mujeres se beneficien de tener unos precios más bajos tanto en los seguros de automóvil (por conducir de forma más prudente), como en los de vida (por vivir más años que, por cierto, ellas sabrán como lo hacen).
Supongo que la iniciativa debió partir de alquien que, visto lo bien que nos fue cuando se consiguió que los aparcamientos se cobrarán por minutos (en vez de horas), o que la telefonía móvil se tarificase por segundos, ha decidido seguir con ese criterio de igualdad que tanto gusta a algunos y que tantos perjuicios nos ocasiona a la mayoría.
El efecto inmediato ya lo podemos dar por hecho. Las aseguradoras igualarán al alza los precios con los seguros de los hombres. Todo un adelanto.
Vaya por delante que no estoy, ni mucho menos, en contra de la igualdad, pero sí del uso que se hace de este concepto. Igualdad no es lo mismo que uniformidad. La igualdad consiste en dar a cada uno el trato que le corresponde, de acuerdo con sus características, para conseguir una verdadera igualdad de oportunidades para todos. La igualdad no se provoca, se siente, y dar el mismo trato a quienes no son iguales, no es una correcta aplicación del concepto.
Si los maridos fuesemos iguales a nuestras mujeres (o viceversa, que tampoco quiero que se malinterprete) el índice de fracasos matrimoniales se dispararía, sin duda. El día a día está afortunadamente lleno de diferencias. Los hombres no son iguales que las mujeres, de la misma forma que los altos no son iguales a los bajos (y nadie promociona los zancos como iniciativa para la igualdad), ni los ministros alemanes (que dimiten por haber plagiado su tesis doctoral) son iguales a los ministros españoles (que no tienen acabado el bachillerato). Si fuesemos todos iguales esto sería monótono, previsible y aburrido hasta saciar.
Mejor no nos empeñemos en artificializar una igualdad que la naturaleza ha querido evitar. Esforcémonos en procurar un trato adecuado a las necesidades de cada uno, y dejemos que quien pueda beneficiarse de sus peculiares características lo siga haciendo, sin discriminar a nadie y sin que sea necesario que todos estemos peor para conseguir que todos estemos igual.