Yo no sé si es por las prisas o por la comodidad que supone no tener que contrastar nada y emitir opiniones propias, pero tenemos la costumbre de quedarnos siempre con la primera versión que escuchamos y hacer juicios de valor sin molestarnos en conocer la versión de la contraparte.
Aparentemente, no hay motivo que justifique esta actitud pero, probablemente, si nos paramos a pensar, no hará muchos días que, cada uno de nosotros, hemos vivido una realidad que viene a confirmar este dato.
Probablemente, el mundo (o, por quedarnos más cerca, nuestras relaciones con los demás) sería distinto si nos molestasemos en conocer sucesos y opiniones desde distintos puntos de vista. Podríamos así ver distintas justificaciones, matizaciones y perspectivas que nos ayudarían a tener una opinión más global y, como consecuencia, más objetiva.
Sin embargo, no es así. En la mayoría de ocasiones, nos conformamos con lo primero que oímos y una opinión, por buena e imparcial que pretenda ser, siempre acaba siendo una visión incompleta de una realidad más amplia.
Por poner un ejemplo, conocido por todos, ¿alguien se ha molestado en escuchar al lobo de Caperucita sobre cuales eran los motivos que le llevaron a cometer semejante atrocidad? No es por defenderlo, que bueno tampoco debía ser, pero debía tener mucha hambre aquel pobre animal para comerse a la abuelita, así a pelo y sin guarnición… Si por lo menos se hubiese podido hacer un caldo… porque, sin ánimo de ofender a nadie, a su edad la señora debía estar dura, dura, dura… tanto que cuando llegó el cazador y abrió al lobo ¡¡¡aún estaba entera!!!
¿Y la madrastra de Blancanieves? Tener en casa a una niña pija, que se pasa el día hablando con los pájaros, como única herencia del difunto marido… ¿va a permitir que sea la preferida de un espejito con vocación de viejo verde? Evidentemente, no. Algo había que hacer, y la ira tiene estas cosas. Si hubiese tenido como hijastra, por decir a alguien, y sin ánimo de desmerecer, a Mª Teresa Fernández de la Vega , seguro que los siete enanitos seguirían viviendo tranquilamente en el bosque, totalmente anónimos para el resto de la humanidad.
Son solo dos ejemplos de grandes incomprendidos, de esos que, a buen seguro, conocemos a montones, pero que nos seguimos resistiendo a dejarles hablar. Probablemente, la historia sería distinta si siempre se hubiese respetado el derecho a réplica, si las explicaciones del tercero de turno hubiesen formado parte del sumario. Escuchemos más y prejuzguemos menos. Seguro que nuestra percepción de la realidad varía y nuestra relación con los demás mejora. Igual algún día hasta conseguimos entender los razonamientos de PetaZetas para llevar adelante (¿o deberíamos decir atrás?) el destino de España.
No hay comentarios:
Publicar un comentario