Hace ya algunos años, leer o escuchar la frase del título nos remitía directamente al que fue el segundo barrio de la mayoría de los que ahora vemos con envidia a quienes están a punto de cumplir los treinta. Me refiero, evidentemente, a Barrio Sésamo, esas calles en que solíamos comernos la merienda, mientras nuestros peluches favoritos nos explicaban lo que está cerca o lejos y lo que es alto o bajo.
Sin embargo, recientemente, tan manida frase se ha convertido en un slogan gubernamental, en una permanente clase de geografía que nos dice lo que es y lo que no es lo mismo. Ya sabemos, por definición ministerial, que España no es Grecia, que España no es Irlanda, que España no es Portugal o, en la más absoluta internacionalización del término, que Libia no es Irak.
A colación de las noticias con que me he despertado esta mañana, yo quiero aportar un dato más: Valencia no es Euskadi por mucho que Ramón Jauregui haya querido compararnos, a ver si con eso sacaba algún voto más para su candidato Jorge Alarte (el señor que se esconde detrás de las naranjas podridas de los carteles del PSPV).
Parece mentira que Jauregui, uno de los miembros de este Gobierno que aún me merecía algo de credibilidad, se haya convertido en el papanatas capaz de obsequiarnos con semejante grosería. Esta comparación es una ofensa tanto para los valencianos como para los vascos. Para nosotros porque no podemos consentir que se nos tache de lo que no somos, y si algo tiene el pueblo valenciano, de sobra, es tolerancia (no en vano son aún varios cientos de miles los que votan PSOE). Para los vascos, porque son muchos los que les gustaría vivir y hablar con la tranquilidad con que podemos hacerlo aquí, sin miedo a la continua amenaza de los pistoleros de ETA.
No es comparable, Jauregui, que en Valencia se escuche cada vez menos socialismo, porque cada vez tenéis menos que decir (por méritos propios, que no os quepa ninguna duda), con que en Euskadi se haya tenido, durante tantos años, miedo de hablar, miedo de hacer y miedo de estar. Aquí nadie tiene miedo de salir a la calle, de decir lo que piensa, de votar lo que quiere, sin temor a las amenazas, a las pistolas o a las bombas.
Valencia explota en sus fallas, como Alicante en sus hogueras o Castellón en la Magdalena. El olor a pólvora quemada es sinónimo de fiesta y de alegría, todo lo contrario que en el País Vasco, donde tanto se ha sufrido y se sufre cada vez que se escucha una explosión.
No son comparables, Jauregui. Te has equivocado de todas, todas. Es poco probable que, esforzándote, encuentres un paralelismo con menos acierto que el que has empleado. No es comparable la pérdida de credibilidad que os habéis ganado a pulso en Valencia (no te olvides de que fue un feudo socialista consolidado hasta que acabasteis con él, repito, por méritos propios) con el miedo que imponen las pistolas de ETA.
Valencia ni es ni ha sido tierra de silencio, ni ahora ni nunca, y entre nuestras alegrías está la de ver como el País Vasco encuentra poco a poco un camino hacia la tranquilidad, que esperamos que acabe en la tan ansiada paz. Nos hemos identificado muchas veces con vosotros, pero también estamos seguros de que sois muchos los vascos a quienes os gustaría vivir en las condiciones que vivimos aquí.
No es comparable, Jauregui. Es una ofensa para todos. Para los valencianos porque no te has molestado en saber como somos antes de hablar de nosotros, y para los vascos porque parece mentira que, viniendo de allí, hayas minimizado el dolor de muchos años y muchos muertos a cambio de un puñado de votos.
Buen artículo Carlos! Sigue así y me tendré que subscribir a tu blog... ;-)
ResponderEliminarUn saludo.
Gracias, Julio. La suscripción cuando quieras. De momento, es gratuita... Luego, también. Un abrazo.
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