Quizá pueda resultar extraño hablar de buenas noticias viendo como el mundo se estremece con las que llegan desde Japón o desde Libia, pero los caprichos del destino han querido que este fuese un fin de semana de alegrías, al menos en un ámbito mucho más cercano y personal.
En solo tres días he podido ver, de cerca, dos grandes ejemplos de cómo la constancia, la ilusión y la autoconfianza son un combustible insuperable para alcanzar las metas que cada uno se fije. Apenas tienen nada que ver un caso con el otro, pero ambos los siento cercanos y me provocan una inmensa alegría.
El pasado viernes viví el que ha sido, sin duda, el mejor momento de cuantos he podido disfrutar como docente hasta hoy. La lectura del primer trabajo final de carrera en que participo como director marcó uno de esos hitos que se reviven durante mucho tiempo y que provocan esa sonrisa tonta que se nos pone cuando estamos recordando un momento feliz
Ayer, domingo, la final del Trofeo Bancaixa de pelota en el que Dani, el Dani de siempre, volvía a ganar, volvía a estar en lo más alto, me dio la segunda gran alegría en muy pocas horas.
A priori, no parecen temas comparables en absoluto, pero tienen muchas raíces que permiten paralelismos entre ellos. Constancia, iniciativa, interés, desparpajo y humildad, sobre todo, humildad. Los grandes campeones son quienes siguen siendo los mismos antes después de ganar, quienes siempre tienen un recuerdo y una palabra dedicada a sus compañeros de equipo, quienes huyen de lo individual para destacar lo colectivo. Cuando alguien está en lo más alto y se acuerda de quien le ha ayudado a subir no queda duda de que es una gran persona, mucho más que un campeón.
Poder ver como una alumna se crece, a medida que su exposición avanza, dejando pequeñito todo lo que le rodea, centrando toda la atención de su público, como solo parece que sepan hacer los grandes presentadores, provoca una satisfacción tan grande como ver a un deportista, castigado durante mucho tiempo por las siempre injustas lesiones, que vuelve a estar en la cumbre a su primera oportunidad.
El Bancaixa se le queda pequeño a Dani, como la matrícula de honor se le quedó pequeña a Mª Jesús. Con personas así, sus notas o sus títulos deben quedar en un segundo plano. Su grandeza supera, y mucho, a sus éxitos y hace que estos acaben resultando méritos casi complementarios. Son, sin duda, dos ejemplos a seguir en una sociedad que se deshumaniza cada día más, en que las relaciones personales van quedando atrás ante otras muchas cosas que, realmente, apenas deberían tener importancia.
En casos como estos, lo de menos es conseguir el título. Lo importante es alcanzar objetivo tras objetivo, como una necesidad continua, y seguir siendo los mismos de siempre. Por encima de triunfadores, sois ejemplos a seguir y modelos en quien reflejarse. Más no se os puede pedir.
Felicidades, campeones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario