martes, 12 de julio de 2011

Café del tiempo

Hoy es un día especial. Los habituales de este caféconpastas habreis visto que, en las últimas semanas, ha decaido, y mucho, la actividad del blog. Obviamente, la culpa es mía y de los numerosos compromisos que me absorben el día a día y me impiden compartir este rato con vosotros.
Pero como he dicho al principio, hoy es un día especial. He dejado pasar, durante este mes, temas interesantes y que daban pie a muchos comentarios, pero el de hoy no lo quiero, no lo puedo, dejar pasar.
Nada se aprecia si es gratis y nada se valora si es fácil. Solo el esfuerzo que dedicamos a conseguir los objetivos nos hace darles la importancia que merecen, y solo cuando los demás perciben ese esfuerzo pueden darse cuenta de lo felices que podemos llegar a ser en el momento de pronunciar la tan deseada frase: “¡Objetivo cumplido!”.
Mi caféconpastas de hoy (¿o debería decir de este mes?) tiene como unico objetivo enviar un fortisimo abrazo a alguien que hoy se merece la mejor de las felicitaciones. Han sido muchas horas compartidas, muchas horas de esfuerzo, de tensión, de agobios, de sustos, de desengaños y de alegrias, y aunque tuve la suerte de llegar a esta misma meta, hace ya un año, no me he olvidado de la fuerza de la compañía en cada uno de esos momentos. Hoy es tu dia. Ahora eres tú quien lo ha conseguido y no puedo más que sentir la misma alegría que sentí hace ahora un año.
Te lo has ganado día a día, cuatrimestre a cuatrimestre, prueba a prueba, crédito a crédito… No ha sido fácil, y por eso lo valorarás siempre como lo valoras hoy. Es la demostración de que las ganas, el esfuerzo, el interés y la autoconfianza eliminan muchas de las barreras que, a veces, hemos considerado infranqueables.
Ahora, como los grandes campeones, en vez de parar a recrearte en el triunfo, empiezas a pensar en nuevas metas. Las conseguirás, igual que has conseguido esta e igual que has conseguido todas las que te has ido proponiendo. Es lo que tiene ser un poco cabezota y muy, muy empeñada.
Muchas felicidades y disfruta de tu título, pero nunca olvides que es detrás de los subtítulos donde se encuentra lo mejor de cada uno.

miércoles, 15 de junio de 2011

Indignado, pero menos

Ayer oí en la radio que el único acertante de la Primitiva del pasado sábado era un “indignado” de los que llevan, o llevaban, en la Puerta del Sol ni se sabe cuántos días… y que va a invertir el premio en hacerse empresario… ¿Seguro? ¿De indignado a capitalista por solo seis bolitas que el resto de los españoles, menos indignados o al menos con una indignación más discreta, llevamos esperando desde la noche de los tiempos? Debe ser cierto que el dinero no cambia a las personas, somos las personas las que cambiamos con el dinero.
No es justo. No es justo que después de tantos años deseando demostrar su indignación, su hartazgo del sistema, su denuncia al capitalismo, vaya ahora la mala suerte y quiera la coincidencia que le toque la Primitiva, que se ha llevado por delante, de un plumazo, toda su filosofía de cambio.
El problema no es que un indignado lo esté ya menos con su premio. El problema es que ha dejado de ser indignado sin que hayamos podido saber qué le indignaba. La gran incógnita, a mi juicio, del 15-M es saber qué quieren. Solo lo tendría claro si su intención fuese armar follón, pero imagino que la cosa va mucho más allá. Ellos, según dicen, han dejado de confiar en el sistema y quieren cambiarlo. Hasta ahí todo bien, pero… ¿por cuál? La sociedad y quienes la habitamos no estamos dispuestos a arriesgar lo que tenemos, por muchos defectos que tenga y por muy mejorable que sea, por algo que no sabemos en qué consiste. Nos ha costado mucho llegar hasta aquí, y es cierto que conocemos muchos sistemas que funcionan de manera similar al nuestro, con mejores o peores resultados, pero con una estructura que se parece a la nuestra en un alto porcentaje. Pero conocemos, también, muchos sistemas que funcionan inmensamente peor que el nuestro, sistemas en que los Derechos Humanos tienen la misma importancia que nosotros damos a las célebres frases de los sobres de azúcar, en que la riqueza está aún peor repartida que en España, en que la voz del pueblo lleva muchos años afónica.
El sistema puede mejorarse, de eso no hay duda, pero habrá que saber bien cómo vamos a mejorarlo antes de iniciar esa reforma. Y eso, sin duda, requiere un proceso de reflexión mucho más profundo del que puede hacerse acampando en plena calle.

martes, 7 de junio de 2011

La bolsa en caída libre

Después de un paréntesis, lo sé, de casi un mes, en que otras obligaciones me han llevado a dejar atrás mi habitual cita con caféconpastas, creo que ha llegado el momento de retomar la buena costumbre de compartir este espacio de reflexión, no sin antes disculparme por la tardanza y agradecer, a quienes me han preguntado si esto había acabado para siempre, su insistencia por este regreso.
En este mes de ausencia, el mundo ha cambiado. Es cierto que el mundo cambia cada día y que no hace falta más que mirar los acontecimientos con un poco de perspectiva para darnos cuenta de que la evolución de las cosas, para bien o para mal, es algo imparable.
Si lo pensamos rápidamente, las elecciones autonómicas del 22 de mayo parecen haber sido ese revulsivo imparable que hace que todo sea distinto. Nada más lejos de la realidad. Las elecciones pueden suponer un cambio en muchas cosas, pero la transformación es mucho más profunda, hasta el punto que ni los pepinos son lo que eran.
Cuantas veces habremos dicho, y oido, aquello de “me importa un pepino”, así, como algo intrascendente y carente de cualquier significado, y mira la que se ha liado por su inocente culpa. La verdad es que cuesta tan poco hacer daño, que habrá que empezar a pensar, y confiar, en la bondad infinita del ser humano que permite que los demás vivan a su alrededor sin hundirlos en el fango varias veces por día. Cualquier rumor, por pequeño e infundado que sea, acaba desembocando en una espiral descontrolada que puede acabar, en pocos minutos, con el prestigio personal o con el hundimiento de un mercado y de los que le rodean. Con esta “eficacia del rumor” podrían explicarse desde rupturas matrimoniales hasta desplomes de valores en la Bolsa.
Y, por cierto, hablando de bolsas, también están en horas bajas. Aquello tan simple, que tan frecuentemente repetiamos en la caja del super, “¿me puedes dar otra bolsa, por favor?” también se ha acabado. Hace un tiempo empezó Carrefour y ahora se han unido Consum y Mercadona a la moda de que, si quieres la bolsa, la pagas porque, según parece, al pagarle al supermercado lo que les cuesta la bolsa y un poquito más, contribuyes a conseguir un medio ambiente más feliz.
La cuestión es que ahora llenamos el carro dos veces y pagamos solamente una. Primero lo llenamos en las estanterías y luego en la caja, después de pagar la compra (y ahorrarnos la bolsa), convirtiendo el maletero en un escaparate de ultramarinos de tercera porque, por supuesto, esas nuevas bolsas de usar, usar, usar y seguir usando, nunca están donde se les necesita.
La conclusión de todo esto es que, sin pepinos y sin bolsas, los supermercados ya no son lo que eran, y si los supermercados cambian es una señal inequívoca de que el mundo está cambiando. Con el tiempo volverá todo a la normalidad, aunque esto no signifique que vuelva todo a ser como era antes, sino que ya consideraremos normal que sea como ahora es.

viernes, 13 de mayo de 2011

Lo que duele estar cerca

Lorca ha despedido esta mañana a las víctimas del terremoto del miércoles en un funeral al que han asistido miles de personas. En estos días, España no habla de otra cosa. El Barça ha ganado la liga, estamos en plena campaña electoral y Mª José Campanario se sienta en el banquillo de los acusados… Nos da igual, nos duele Lorca, sus muertos, sus escombros y sus damnificados.
Estamos acostumbrados a oir en televisión catástrofes de todos los tipos. El mismo miércoles me desperté oyendo en la radio las últimas cifras de víctimas mortales y desaparecidos en el terremoto de Japón de hace dos meses… cerca de 25.000. En la navidad de 2004, se nos encogió el corazón con 300.000 muertos en el tsunami del sur de Asia, igual que ocurrió, en enero del año pasado, con los 200.000 muertos en Haití.
No es lo mismo. Lorca duele más. No estamos acostumbrados a que las víctimas de las catástrofes sean gente como nosotros, gente que vive tan cerca de nuestras casas. Podemos ver campamentos de refugiados en Haití, donde cientos de miles de personas subsisten sin apenas recursos y sin apenas futuro. España es un país solidario, y lo ha demostrado en tantas ocasiones como esta solidaridad ha sido necesaria, pero nunca, en ninguna de estos casos, hemos sentido el mismo dolor que sentimos ahora.
A los lorquinos, la vida les cambió en una tarde, y les cambió para siempre. Sus calles, sus casas, sus gentes, ya no volverán a ser lo que eran. El temblor se sintió en muchos sitios, el estremecimiento lo hemos notado todos. Nos duele la cercanía, nos duele la identidad con quienes sufren, nos duele este sufrimiento porque es el sufrimiento de los nuestros, de quienes hace solo cuarenta y ocho horas vivían como nosotros.
Tendrá que pasar mucho tiempo antes de que los españoles podamos olvidarnos de esta catástrofe. En Lorca, por mucho tiempo que pase, quienes lo vivieron y quienes lo sufren, nunca podrán olvidar este 11 de mayo.
Desde la humildad, desde la solidaridad y desde el recuerdo, este caféconpastas va por ellos.

miércoles, 11 de mayo de 2011

Esperando resultados

En días como hoy, lo previsible sería hablar de la campaña electoral, de las promesas de un futuro mejor y de lo animadas, y coloridas, que están nuestras calles durante estos quince días. Caféconpastas nació con la intención de nunca defraudar a sus lectores, así que, si eso era lo esperado, vamos a atender esas expectativas, aunque solo sea en parte.
Llevamos solo seis días de campaña (lo siento, aún quedan nueve), si es que puede decirse que las campañas electorales empiezan (o quizá habría que decir, acaban) alguna vez.
¿Alguien recuerda alguna propuesta? ¿Alguien recuerda alguna encuesta? La primera respuesta es, mayoritariamente, no. La segunda, para una amplia mayoría, sí. Ni nos interesa lo que nos dicen, ni nos dicen lo que nos interesa. De ahí que las campañas electorales pasen por nuestras vidas, de la misma forma que pasan los deportes de Antena 3 para quienes no somos del Real Madrid: con cierta repulsa y mucha indiferencia.
Y digo yo, visto que aquí lo único que interesan son los resultados, visto lo nerviosos que se ponen los políticos, lo poco constructivo de algunos discursos y el gasto que supone a los partidos, si lo que interesa saber es el resultado final… ¿por qué no proponemos que las campañas electorales empiecen en el momento en que acaba el recuento de las votaciones? Si, al fin y al cabo, el interés de todos está en el resultado, y no en las propuestas, nos ahorraríamos horas de publicidad en radio y televisiones, decisiones y prohibiciones de la Junta Electoral correspondiente y muchos, muchos, comentarios incómodos que nuestros políticos se dedican entre sí.
Mientras nos tengamos que fiar de las encuestas (por cierto,  alguien podía hacer una encuesta para saber cuanta gente se fía de las encuestas… igual era esa la ultima encuesta de la historia de la estadística) seguiremos andando ciegos en busca, no ya de una previsión fiable, sino de una fuente de comentarios y tertulias que es lo único que nos queda campaña tras campaña.
Dicho  de otra forma, mientras en unas elecciones sigamos teniendo dudas acerca de quien gana, el resultado nunca puede ser bueno. Al fin y al cabo, pase lo que pase, siempre deberían ganar los ciudadanos. Lo demás, son triunfadores secundarios.

jueves, 5 de mayo de 2011

Y los funcionarios poniendo orden

-   ¿Cómo te llamas?
-   Ra-ra-ra-ra-ra-món
-   ¿Eres tartamudo?
-   No, el tartamudo era mi padre, y el del Registro un “hijodep…”
Al final este chiste, más viejo que las pizarras de tiza, puede convertirse en realidad si prospera la propuesta de nuestros diputados para que sea el funcionario quien, a falta de acuerdo entre los padres, decida el orden de los apellidos “atendiendo al interés superior del menor”.
La verdad es que, cuando un país con cinco millones de parados, una inflación disparada y unos tipos de interés al alza, entre otras muchas cosas, dedica el tiempo de sus parlamentarios a debatir estas tonterías (con perdón de quienes consideren que no es así), es que algo está fallando en la correa de transmisión entre las preocupaciones de los ciudadanos y las de los políticos.
El funcionario de turno va a poder revivir aquella típica pregunta que tanto oyera, y odiara, en su niñez: “¿A quien quieres más? ¿A papá o a mamá?”. Pero eso no es todo, haga lo que haga, no va a salir nunca bien parado. Su decisión, más que en el orden de los apellidos, radica en elegir entre quedar como un machista retrógrado o un feminista empedernido.
Eso sí, teniendo en cuenta que, habitualmente y por razones médicas, la inscripción de los bebés la hacen los padres, yo de ellas pediría un certificado de que ha sido el funcionario quien ha elegido el orden y no el padre quien ya lo llevaba decidido de antemano y solamente lo ha utilizado como excusa.
Es más, yo propondría que, en esos casos, el niño se quedara sin apellidos, o con apellidos provisionales, hasta que fuese consciente de los padres que le han tocado en suerte. Más que nada, porque es probable que, conocida la historia, quiera intercambiarlos con los de algún primo lejano cuya familia le parezca más coherente.
Por último, confío en que, ante semejante situación, se permita que el funcionario pase informe del asunto a los servicios sociales correspondientes para que hagan un estricto seguimiento de ese niño. Si los padres no son capaces de ponerse de acuerdo en el orden de los apellidos, no sé como alguien puede pensar que vayan a ser capaces de entenderse en su educación. Vivir para ver…

miércoles, 4 de mayo de 2011

Cambiando de tema

Hoy debo empezar esta entrada reconociendo que me equivoqué al minusvalorarle. La verdad es que me ha demostrado tener madera de líder suficiente para convertirse en mi ídolo, si sigue el camino que ha empezado este fin de semana.
A muchos os habrá parecido una casualidad que hayan tenido que pasar diez años desde la masacre de las Torres Gemelas hasta que el ideólogo de aquella barbaridad haya  pagado todo el dolor que causó, tanto en Estados Unidos como en muchos  otros rincones del mundo. No soy partidario de estos métodos, pero  esta vez no puedo decir que no me alegre, sino más bien todo lo  contrario. ¿Qué no tuvo un juicio justo? ¿Acaso lo tuvieron las más de  tres mil personas que salieron un día a trabajar al World Trade Center  y nunca volvieron a sus casas?
Bin Laden, según su propia teoría, ha acabado convirtiéndose en un mártir y emprendiendo el  camino del Paraíso, su paraíso, del cuyas bondades, según cuentan, no debía estar  demasiado convencido, por el poco interés que tenía en  coger la senda hacia la eterna felicidad. Este valiente, capaz de  enviar a morir a sus hombres, una tras otra vez, y que no tuvo mejor iniciativa  que esconderse tras una mujer para evitar ser ejecutado, deja en la Tierra, en nuestra Tierra, un legado de odio y radicalismo que, en absoluto acaba tras él.
Que este individuo tenga que pasar a la historia y que su nombre  arroje más de un millón de resultados en los buscadores de Internet,  es francamente lamentable. Mi ídolo, hoy, es Obama, al que nunca  consideré el valor que hoy le considero. Acabar con Bin Laden es un hito  que debe pasar a la historia por su grandeza, pero no solo me estoy  refiriendo a esto.
Obama ha conseguido que, después de un mes, los telediarios abriesen  con un tema distinto a los Real Madrid – Barça. Ese es su gran mérito. Lo de Bin Laden podía haberlo hecho otro, pero dejar en segundo plano a los  rifi-rafes entre Mourinho (Mou, desde que  forma parte de nuestras casas) y Guardiola (Pep) es algo que solo saben hacer los realmente grandes.
Acabar con Bin  Laden no está mal. Vengar la memoria de sus víctimas, está muy bien.
Conseguir que se hable de algo distinto a los “partidos del siglo”, no tiene precio. Olé, Barack.

martes, 26 de abril de 2011

Crisis sin valor

Hace ya tiempo que no levantamos cabeza. No hay mañana que la radio no nos obsequie con algún dato negativo sobre la situación económica y sobre su evolución. El último, que la Encuesta de Población Activa, que debe publicarse esta semana, arroja ya una cifra de parados que supera los cinco millones de personas.
Supongo que con la crisis nos está pasando lo mismo que nos ocurre con el tiempo (el atmosférico, me refiero). Decimos que esta crisis es la más grave que se ha vivido de la misma forma que este verano hará más calor que nunca. Lo pasado se nos olvida, pero aún así nos atrevemos a intentar comparar, hasta que las estadísticas y los registros nos llevan más cerca de la verdad objetiva. Eso sí, solo son estadísticas, que tampoco deben ofrecernos demasiada credibilidad.
La cuestión es que esta crisis, sea o no la más grave que se ha vivido, es nuestra crisis. La primera que vivimos muchas generaciones y la que en este momento nos preocupa a todos. De las otras, se salió (de la misma forma que suponemos y esperamos que de esta también se saldrá) y aquellas ya no nos preocupan. Ahora lo importante es saber cuando y, sobre todo, cómo acabará esta etapa que nadie esperaba y que todos, aunque unos más que otros, sin duda, estamos sufriendo. Lo que empezó pareciendo una pequeña crisis financiera y ha llegado a ser una voraz crisis económica, amenaza con convertirse en una crisis de valores y, como consecuencia, una crisis del sistema.
Realmente, no hay nada en el horizonte que nos pueda hacer pensar en positivo sobre lo que tenemos delante. Por mucho que siempre haya algún indicador económico que “evolucionen favorablemente”, son muchos más los que “necesitan mejorar”. Mientras la secuencia Empleo – Renta – Consumo – Inversión no funcione de forma cíclica, va a ser difícil que podamos mirar adelante con optimismo. Y eso, sin ánimo de caer en derrotismos innecesarios, parece que aún está lejos de llegar.
De todos modos, de cualquier situación hay que sacar algo positivo. Y de las crisis también. Es el momento de replantearnos el sistema en que vivimos y en que nos movemos. Si pretendemos salir de esta crisis por la misma puerta por la que entramos, significa que no hemos aprendido nada. Los economistas nos han enseñado que la economía es cíclica, pero probablemente porque son incapaces de diseñar un nuevo sistema económico que evite los ciclos negativos de este. Del mismo modo que una enfermedad grave tiene la capacidad de hacernos cambiar nuestra forma de ver la vida, una situación tan complicada como esta, debe hacernos pensar en una nueva forma de ver el mundo. Si lo hacemos, si lo conseguimos, todos estos contratiempos habrán servido para algo. De lo contrario, solo nos quedará sentarnos a esperar a que llegue el próximo ciclo.

lunes, 18 de abril de 2011

Malas costumbres

Es probable que esteis poco de acuerdo con esta entrada, pero un estudio minucioso me ha hecho llegar a la siguiente conclusión: los fines de semana son perjudiciales para la salud. Atended, si no, a las siguientes reflexiones.
No hay más que darse una vuelta por Facebook para darnos cuenta de que no nos gustan los fines de semana. Continuamente, leemos frases del estilo “¡Por fin es viernes!”, y en pocas, por no decir ninguna, se oye que “¡Por fin es domingo!”.
Otra prueba. Situaos en la puerta de la oficina y comparad. El viernes salimos todos contentos del trabajo. Sonrientes, felices y despidiendonos de todos. Sin embargo, el lunes por la mañana, todo son ojeras, caras largas y refunfuñamos algo así como “gggggnos dias”. Venimos enfadados del fin de semana, como si no nos lo hubiésemos pasado bien y pensásemos que nunca debimos irnos.
Definitivamente, los fines de semana no son buenos y habría que hacer algo para evitarnos la cara de disgusto de los lunes por la mañana. Ahora que los partidos políticos ultiman sus programas de cara a las próximas elecciones, deberían plantearse suprimirlos. Además de mejorar nuestra salud (el mismo motivo por el que plantean  prohibirnos fumar o comer hamburguesas XXL), seguro que incrementaban la productividad de nuestra economía y, con ello, su competitividad internacional ¿A que con esto no se atreven?.
La verdad es que nos gusta la mala vida, (y no lo digo solo por los partidos políticos, ¿eh?). Nos quejamos de lo poco que dormimos a causa de los madrugones para acudir al trabajo y, cuando tenemos oportunidad de dormir más, apuramos las noches para acabar descansando lo mismo, o menos. Definitivamente, somos incompatibles con la vida de las gallinas. Eso de vivir con la luz (natural, no la de Sebastián), levantarnos al amanecer y acostarnos cuando cae la noche, no va con nosotros.
No sé si se está notando que hoy tengo uno de esos dias en que parece que nunca llegará el momento de irse a dormir. No es una de esas mañanas en las que piensas “¿Por qué me he levantado hoy?”. La pregunta sería, mejor, “¿Cómo me he levantado hoy?”. Lo peor no es eso, sino que mañana toca volver a levantarse y el miércoles otra vez.
Visto así, y volviendo al inicio del post… Si el jueves es fiesta y no se vuelve hasta el martes… ¿Con que cara volveremos al trabajo? Quizá las vacaciones tampoco sean buenas, pero… haciendo un poco de memoria… cuando íbamos al colegio y volvíamos de nuestros veraneos en septiembre, íbamos tan contentos, con ganas de volver, de contar nuestras vacaciones, de ver de nuevo a los amigos… definitivamente, el problema de los fines de semana, y de las vacaciones, no es que existan. Es que son cortos. Cambiaremos la propuesta a los políticos y les pediremos fines de semana de dos meses… igual con eso sí que se atreven. Probablemente, incluso se ofrecerían a hacer la prueba piloto.
¡¡Felices vacaciones para todos!!

lunes, 11 de abril de 2011

Pasando página

Hoy me he parado a pensar y me he dado cuenta de la facilidad que tenemos para pasar página y cuan cierta es aquella frase que dice que un clavo saca a otro clavo. Cualquier acontecimiento reciente se convierte en histórico con el paso de solo unas semanas (mucho menos, en la mayoría de casos) y solo lo recordamos como “algo que pasó”.
Hoy hace un mes del brutal terremoto que asoló el norte de Japón y se llevó por delante a muchos miles de vidas e ilusiones y, si aún lo recordamos casi a diario, es por los efectos que tuvo sobre la central nuclear de Fukushima. Después de Japón vino Libia y, después, el adiós, eso sí, diferido, de Zapatero.
Ni que decir tiene que la limitación a 110 km/h en autovías o los efectos de la Ley Antitabaco han pasado al archivo de los tiempos, igual que lo hizo, en su día, el terremoto de Haití o el plante de los controladores aéreos.
¿Capacidad de olvido o afán de superación? Probablemente la respuesta es que vivimos el día a día sin tiempo de mirar atrás, que el alud cotidiano de acontecimientos y noticias no nos deja pararnos a mirar qué ocurrió hace dos semanas y que los problemas, cuando son de otro, son siempre fácilmente superables.
Lo peor de todo es que lo mismo pasa con nosotros cuando, después de dedicar nuestro tiempo o nuestro esfuerzo a cualquier cuestión, dejamos de realizar esa actividad y pasamos a otra. La memoria suele ser muy corta, y cuando se trata de agradecimientos, lo es aún más. Si nos preguntan por un modelo a seguir, la mayoría de ocasiones buscaremos la referencia de un personaje histórico o, aún más allá, un superhéroe del cómic, antes que en nuestro compañero de trabajo, por bueno que pueda llegar a ser.
No hay duda de que, si pensásemos así, la motivación por el día a día sería totalmente nula y que, visto de esta forma, resulta poco recomendable realizar este tipo de razonamientos. En estos casos, la satisfacción debe buscarse en uno mismo, en pensar cada noche, cuantas veces se ha podido decir en el día “lo he conseguido”. Eso es lo realmente importante. Muchas veces nos centramos en recibir el afecto, el aplauso o la aprobación de los demás, cuando la realmente importante es la nuestra, siempre que tengamos cuidado de no caer en la autocomplacencia y la autoovación como tónica dominante. Si alguna vez llegamos a pensar, como decía Indiana Jones de joven, aquello de “se han perdido todos menos yo”, mejor empecemos a buscarnos, porque seguro que, aún contentos con nosotros mismos, hemos elegido el camino equivocado.

lunes, 4 de abril de 2011

Zapatero contra Zapatero

Si algo hemos ido adelantando, a medida que nos adentrábamos en esta crisis sin fondo, es que, por fin, Zapatero empieza a saber, a ciencia cierta, quien es su principal enemigo. Para sorpresa de algunos, que ya no de la mayoría, ni es Rajoy, ni es Rubalcaba ni Bono, ni es el paro ni la crisis económica. El principal enemigo de Zapatero se llama Zapatero, al que sus continuos cambios de criterio y de rumbo han convertido en una referencia complicada que lo hará ser recordado, entre otras cosas, como el Presidente más impredecible de la democracia española.
Como ya le dijeron una vez, rectificar es de sabios y de necios hacerlo a diario, y la gestión de PetaZetas al frente del Gobierno de España se ha caracterizado por sus continuos bandazos y cambios de rumbo, con la única característica común de que ninguno de ellos haya acabado produciendo los efectos que hubiesen sido deseables.
El último ha sido anunciar su marcha cuando su principal obsesión era quedarse. Su decisión, motivada sin duda por ser el último y el único en considerarse un gobernante válido, es una forma, falsa sin duda, de hacer creer a la opinión pública que su responsabilidad y su dedicación a España le obligan a proponer su relevo al frente del PSOE por encima de su voluntad personal.
El Zapatero que se va no tiene nada que ver con el Zapatero que llegó tras los atentados del 11-M. De sus propuestas de 2004 no queda nada más que un rescoldo incapaz de sostener ningún proyecto.
Su presunto talante, convertido en una larga lista de prohibiciones de todos los tipos, su innegable compromiso con las prestaciones sociales que ha acabado con el mayor recorte de ayudas que ha conocido la historia de la democracia, y su invariable rechazo a la guerra que le ha llevado a ser el primer país en poner sus medios a disposición del ataque a Libia, son solo algunos ejemplos de una deriva que se ha llevado por delante las ilusiones y el futuro de muchos españoles.
No quiero amargar la fiesta a nadie, pero Zapatero aún no se ha ido. Lo que ha hecho este fin de semana es lo mismo que hacen las visitas pesadas cuando dicen aquello de “nosotros tendremos que irnos ya” sin ni siquiera mover un músculo en nuestro sofá. No solo sigue, sino que se da casi un año de tiempo antes de levantarse. Aún a sabiendas de haberse convertido en una compañía incómoda, incluso para su partido, cuenta con la total certeza de que nadie puede sacarlo de ahí hasta que él mismo tome la decisión.
No hay nada más peligroso que un animal moribundo, y de PetaZetas no queda más que sus últimos coletazos como Presidente. Si, cuando tenía esperanzas en seguir, fue lo que fue, mejor no pensar qué puede ser a partir de ahora.
Eso sí, puestos a no pensar, mejor no entremos ahora en aquello de que “detrás vendrán que bueno me harán” porque pánico da atreverse a vaticinar qué puede haber en el postzapaterismo. En las primarias del PSOE, entre Chacón y Rubalcaba, yo lo tendría claro. Voto nulo, no vaya a ser que vote en blanco y Pepiño se dé por aludido. Por suerte, no tendré que verme en esa tesitura.

viernes, 1 de abril de 2011

¿Co-pago? Nosotros… ¿ y quien más?

A principios de esta semana, el Presidente de la Región de Murcia abría la caja de los truenos al insinuar que los ciudadanos tendrán que hacerse cargo de parte de los costes de los servicios públicos para mantener el sistema administrativo en que estamos inmersos.
Sin entrar a valorar la oportunidad de la propuesta, y estando, en principio, de acuerdo en que los servicios públicos tengan un coste directo (mínimo, por no decir simbólico), pero que haga que se aprecie aquello que se recibe y se valore si realmente es necesario aquello que se solicita, no puedo más que mostrar mi indignación por el planteamiento que se hace, en este caso y en todas las ocasiones en que se habla de esta posibilidad, acerca de este asunto.
Los políticos parecen olvidar, a veces (¿o debería decir siempre?) que el servicio público no es gratuito. Los impuestos que dan cobertura a estos servicios los pagamos los mismos que recibimos estos servicios. Podremos aceptar que es un pago indirecto, pero nunca que hacer que el ciudadano pague una parte pueda llamarse co-pago.
Realmente, el co-pago sería una sorpresa agradable para los ciudadanos. Significaría que alguien, además de nosotros, está pagando los gastos públicos. España tiene uno de los índices de esfuerzo fiscal más altos. Más de la mitad de la renta de los ciudadanos se va en impuestos. Comprar el pan, poner gasolina o tomarnos una cerveza es pagar impuestos, muchos más de los que realmente nos creemos. Aún más, cuando enviamos sms para colaborar, con nuestro dinero, a paliar los efectos de una catástrofe como fue el terremoto de Haití o lo ha sido hace poco el tsunami de Japón, el único que gana algo es el Gobierno que nos cobra el IVA sobre el coste de ese mensaje.
Que no nos hablen de co-pago, que no nos digan que tenemos que pagar una parte de los servicios públicos. Los pagamos todos, íntegros y sin excepción, los usemos o no los usemos, los queramos o no los queramos, nos gusten o no nos gusten. El presunto Estado del Bienestar en que creemos vivir conlleva estas obligaciones, y las tenemos asumidas como tales, pero que nadie nos intente engañar porque nadie, más que los ciudadanos, sostiene económicamente al Estado.

lunes, 28 de marzo de 2011

De balones caídos

España, marzo de 2011: Casi cinco millones de parados, el precio del petróleo disparado, los tipos de interés decidiendo qué día empiezan a subir, las prestaciones sociales en mínimos, más de medio millón de familias desahuciadas, centenares (muchos centenares) de empresas en concurso de acreedores y… ¿quién se pone en huelga? ¡¡Los clubes de fútbol!!
Cada día estoy más seguro de que si nos parásemos a reflexionar qué hay detrás de eso que nos venden como deporte, dejaríamos de seguirlo y le haríamos tanto caso como le hacemos a los campeonatos mundiales de curling (ese deporte en que dos señores con patines persiguen con sus mochos a una piedra de granito para hacerla parar lo más cerca posible de la diana).
Comparando, en frío, la vida de cualquiera de estos niños futboleros, o la de sus dirigentes, con la de cualquier afortunado trabajador, nos daríamos cuenta cómo la sociedad tiene con ellos una tolerancia que no tiene, ni de lejos, con otras actividades.
Imaginemos cualquier empresa dispuesta a ofrecer, a cambio de dos horas semanales de trabajo (cuatro, en el peor de los casos) y otras pocas (no más de doce, por favor) de formación a cargo de la empresa (que al fin y al cabo los entrenamientos no son otra cosa), un contrato blindado, multimillonario e insultante para cualquier mortal de los que cada día se levantan antes de salir el sol y vuelven a casa ya caída la noche.
Si a estas condiciones añadimos, además, las horas que la radio y la televisión dedican a su vida y “milagros” no es de extrañar que estos privilegiados acaben considerándose dioses en una sociedad necesitada de ídolos.
Es vergonzoso que el menor presupuesto de la Primera División (el del Levante, con veinte millones de euros) sea casi igual al del Ayuntamiento de Xátiva, donde viven 30.000 personas. Es aberrante que familias que necesitan hacer grandes esfuerzos para poder comer a final de mes, tengan que ver cómo sus impuestos se dedican a financiar un espectáculo que, además, no siempre garantiza la calidad que de él debería esperarse. Pero, por si todo eso fuese aún poco ridículo, ahora los clubes se ponen en huelga porque les parece poco lo que obtienen de las televisiones (su principal medio de vida).
Quienes deberían ponerse en huelga son los aficionados. Un domingo sin fútbol, con los estadios vacíos, las televisiones apagadas y las radios poniendo música no sé si serviría para mucho, pero al menos sí para demostrarles que empezamos a estar cansados de que nos tomen el pelo.
Solo un dato: para ganar lo que costó fichar a Cristiano Ronaldo, un mileurista debería estar trabajando ¡¡¡7.833 años!!! (Ni Zapatero en estado puro nos haría trabajar hasta esa edad, por mucho que pueda ser que, en algún momento, haya tenido tentaciones). ¿Es para cansarse o no es para cansarse? Pues no, hoy España vive preocupada por si la selección tiene que jugar mañana en un campo sin césped… ¡¡Anda ya!!!

lunes, 21 de marzo de 2011

Lo que es y lo que no es

Hace ya algunos años, leer o escuchar la frase del título nos remitía directamente al que fue el segundo barrio de la mayoría de los que ahora vemos con envidia a quienes están a punto de cumplir los treinta. Me refiero, evidentemente, a Barrio Sésamo, esas calles en que solíamos comernos la merienda, mientras nuestros peluches favoritos nos explicaban lo que está cerca o lejos y lo que es alto o bajo.
Sin embargo, recientemente, tan manida frase se ha convertido en un slogan gubernamental, en una permanente clase de geografía que nos dice lo que es y lo que no es lo mismo. Ya sabemos, por definición ministerial, que España no es Grecia, que España no es Irlanda, que España no es Portugal o, en la más absoluta internacionalización del término, que Libia no es Irak.
A colación de las noticias con que me he despertado esta mañana, yo quiero aportar un dato más: Valencia no es Euskadi por mucho que Ramón Jauregui haya querido compararnos, a ver si con eso sacaba algún voto más para su candidato Jorge Alarte (el señor que se esconde detrás de las naranjas podridas de los carteles del PSPV).
Parece mentira que Jauregui, uno de los miembros de este Gobierno que aún me merecía algo de credibilidad, se haya convertido en el papanatas capaz de obsequiarnos con semejante grosería. Esta comparación es una ofensa tanto para los valencianos como para los vascos. Para nosotros porque no podemos consentir que se nos tache de lo que no somos, y si algo tiene el pueblo valenciano, de sobra, es tolerancia (no en vano son aún varios cientos de miles los que votan PSOE). Para los vascos, porque son muchos los que les gustaría vivir y hablar con la tranquilidad con que podemos hacerlo aquí, sin miedo a la continua amenaza de los pistoleros de ETA.
No es comparable, Jauregui, que en Valencia se escuche cada vez menos socialismo, porque cada vez tenéis menos que decir (por méritos propios, que no os quepa ninguna duda), con que en Euskadi se haya tenido, durante tantos años, miedo de hablar, miedo de hacer y miedo de estar. Aquí nadie tiene miedo de salir a la calle, de decir lo que piensa, de votar lo que quiere, sin temor a las amenazas, a las pistolas o a las bombas.
Valencia explota en sus fallas, como Alicante en sus hogueras o Castellón en la Magdalena. El olor a pólvora quemada es sinónimo de fiesta y de alegría, todo lo contrario que en el País Vasco, donde tanto se ha sufrido y se sufre cada vez que se escucha una explosión.
No son comparables, Jauregui. Te has equivocado de todas, todas. Es poco probable que, esforzándote, encuentres un paralelismo con menos acierto que el que has empleado. No es comparable la pérdida de credibilidad que os habéis ganado a pulso en Valencia (no te olvides de que fue un feudo socialista consolidado hasta que acabasteis con él, repito, por méritos propios) con el miedo que imponen las pistolas de ETA.
Valencia ni es ni ha sido tierra de silencio, ni ahora ni nunca, y entre nuestras alegrías está la de ver como el País Vasco encuentra poco a poco un camino hacia la tranquilidad, que esperamos que acabe en la tan ansiada paz. Nos hemos identificado muchas veces con vosotros, pero también estamos seguros de que sois muchos los vascos a quienes os gustaría vivir en las condiciones que vivimos aquí.
No es comparable, Jauregui. Es una ofensa para todos. Para los valencianos porque no te has molestado en saber como somos antes de hablar de nosotros, y para los vascos porque parece mentira que, viniendo de allí, hayas minimizado el dolor de muchos años y muchos muertos a cambio de un puñado de votos.

jueves, 17 de marzo de 2011

Votando en justicia

El pasado mes de enero entró en vigor la última modificación de la Ley Electoral, en la que el legislador debió olvidarse de incluir la posibilidad de que las campañas electorales se realicen, a partir de ahora, en los juzgados. Desde hace ya algunos meses, no hay día en que no nos levantemos con una nueva noticia de cargos públicos (o aspirantes a serlo) imputados o acusados de los más variados delitos.
O la política se ha corrompido definitivamente, cosa que me resisto a creer pese a que la opinión pública empieza a ser favorable a esta opción, o los partidos políticos han encontrado en los juzgados un filón de votos que son incapaces de conseguir de cualquier otra forma más recomendable en democracia.
No voy a poner en duda la necesidad de mantener, en lo público y en lo privado, el cumplimiento de la legalidad y de que deben perseguirse aquellos actos que conlleven un perjuicio para la sociedad, pero creo que nuestros políticos se están extralimitando un poco en la apreciación del concepto y que estamos cada vez más cerca del todo vale y más alejados de la coherencia más básica.
Si, hasta hace unos meses, los programas del corazón se llevaban la palma en cantidad de querellas, ahora son los políticos quienes luchan, a toda costa, por conseguir este absurdo record. El resultado es que, entre  unos y otros, las querellas se reparten con la misma facilidad que la publicidad en la puerta de un Pans&Company, con el consiguiente bloqueo de la justicia y el gasto público que conlleva este peligroso juego.
Lo que quizá los partidos no entienden es que, con estas actitudes, lo que se está minando no es al oponente, sino a la confianza del electorado en la totalidad de la clase política. No se puede dar el mismo trato a todos los casos, con independencia de que el Derecho penal los sitúe a todos bajo el mismo nombre, y por mucho que a los partidos les interese integrar a todos los imputados en un mismo saco.
Lo peor de todo (o lo mejor, que nunca se sabe), es que pasados unos días nunca se vuelve a oír hablar de estos asuntos y nunca llega, si se me permite la expresión, la sangre al río. Son muy pocos los asuntos que acaban en una inhabilitación y, menos aún, en penas de prisión, lo cual demuestra la falta de contenido y argumentos que sujetan a la mayoría de ellos.
De verdad esta política ni es democrática ni es nada. Ya no vale aportar o plantear mejores resultados o mejores propuestas para la sociedad y para los ciudadanos. Solo cuenta acumular más imputados en el campo contrario y descalificar, de la forma que sea, al adversario político, lo merezca o no.
Valga, como ejemplo, la comparación de Mariano Rajoy con Silvio Berlusconi que hizo esta semana Jorge Alarte (es el candidato socialista a la presidencia de la Generalitat Valenciana, por si alguien no lo conoce). Con ella se alcanzan ya cotas del ridículo más espantoso a que puede llegarse en una pre-campaña electoral.  Y todo a cuenta de los famosos trajes, que de tan sobreutilizados acabaran volviéndose contra su promotor. Por cierto, con la de veces que hemos tenido que oír, quienes somos aficionados a la buena mesa, aquello de “más vale comprarte un traje que invitarte a comer”, ahora resulta que es delito penal. Ni la sociedad entiende a los políticos, ni los políticos entienden a la sociedad, y eso que dicen que unos representan a los otros. Eso habrá que verlo.

lunes, 14 de marzo de 2011

Se buscan modelos

Quizá pueda resultar extraño hablar de buenas noticias viendo como el mundo se estremece con las que llegan desde Japón o desde Libia, pero los caprichos del destino han querido que este fuese un fin de semana de alegrías, al menos en un ámbito mucho más cercano y personal.
En solo tres días he podido ver, de cerca, dos grandes ejemplos de cómo la constancia, la ilusión y la autoconfianza son un combustible insuperable para alcanzar las metas que cada uno se fije. Apenas tienen nada que ver un caso con el otro, pero ambos los siento cercanos y me provocan una inmensa alegría.
El pasado viernes viví el que ha sido, sin duda, el mejor momento de cuantos he podido disfrutar como docente hasta hoy. La lectura del primer trabajo final de carrera en que participo como director marcó uno de esos hitos que se reviven durante mucho tiempo y que provocan esa sonrisa tonta que se nos pone cuando estamos recordando un momento feliz
Ayer, domingo, la final del Trofeo Bancaixa de pelota en el que Dani, el Dani de siempre, volvía a ganar, volvía a estar en lo más alto, me dio la segunda gran alegría en muy pocas horas.
A priori, no parecen temas comparables en absoluto, pero tienen muchas raíces que permiten paralelismos entre ellos. Constancia, iniciativa, interés, desparpajo y humildad, sobre todo, humildad. Los grandes campeones son quienes siguen siendo los mismos antes después de ganar, quienes siempre tienen un recuerdo y una palabra dedicada a sus compañeros de equipo, quienes huyen de lo individual para destacar lo colectivo. Cuando alguien está en lo más alto y se acuerda de quien le ha ayudado a subir no queda duda de que es una gran persona, mucho más que un campeón.
Poder ver como una alumna se crece, a medida que su exposición avanza, dejando pequeñito todo lo que le rodea, centrando toda la atención de su público, como solo parece que sepan hacer los grandes presentadores, provoca una satisfacción tan grande como ver a un deportista, castigado durante mucho tiempo por las siempre injustas lesiones, que vuelve a estar en la cumbre a su primera oportunidad.
El Bancaixa se le queda pequeño a Dani, como la matrícula de honor se le quedó pequeña a Mª Jesús. Con personas así, sus notas o sus títulos deben quedar en un segundo plano. Su grandeza supera, y mucho, a sus éxitos y hace que estos acaben resultando méritos casi complementarios. Son, sin duda, dos ejemplos a seguir en una sociedad que se deshumaniza cada día más, en que las relaciones personales van quedando atrás ante otras muchas cosas que, realmente, apenas deberían tener importancia.
En casos como estos, lo de menos es conseguir el título. Lo importante es alcanzar objetivo tras objetivo, como una necesidad continua, y seguir siendo los mismos de siempre. Por encima de triunfadores, sois ejemplos a seguir y modelos en quien reflejarse. Más no se os puede pedir.
Felicidades, campeones.

viernes, 11 de marzo de 2011

Segundas versiones

Yo no sé si es por las prisas o por la comodidad que supone no tener que contrastar nada y emitir opiniones propias, pero tenemos la costumbre de quedarnos siempre con la primera versión que escuchamos y hacer juicios de valor sin molestarnos en conocer la versión de la contraparte.
Aparentemente, no hay motivo que justifique esta actitud pero, probablemente, si nos paramos a pensar, no hará muchos días que, cada uno de nosotros, hemos vivido una realidad que viene a confirmar este dato.
Probablemente, el mundo (o, por quedarnos más cerca, nuestras relaciones con los demás) sería distinto si nos molestasemos en conocer sucesos y opiniones desde distintos puntos de vista. Podríamos así ver distintas justificaciones, matizaciones y perspectivas que nos ayudarían a tener una opinión más global y, como consecuencia, más objetiva.
Sin embargo, no es así. En la mayoría de ocasiones, nos conformamos con lo primero que oímos y una opinión, por buena e imparcial que pretenda ser, siempre acaba siendo una visión incompleta de una realidad más amplia.
Por poner un ejemplo, conocido por todos, ¿alguien se ha molestado en escuchar al lobo de Caperucita sobre cuales eran los motivos que le llevaron a cometer semejante atrocidad? No es por defenderlo, que bueno tampoco debía ser, pero debía tener mucha hambre aquel pobre animal para comerse a la abuelita, así a pelo y sin guarnición… Si por lo menos se hubiese podido hacer un caldo… porque, sin ánimo de ofender a nadie, a su edad la señora debía estar dura, dura, dura… tanto que cuando llegó el cazador y abrió al lobo ¡¡¡aún estaba entera!!!
¿Y la madrastra de Blancanieves? Tener en casa a una niña pija, que se pasa el día hablando con los pájaros, como única herencia del difunto marido… ¿va a permitir que sea la preferida de un espejito con vocación de viejo verde? Evidentemente, no. Algo había que hacer, y la ira tiene estas cosas. Si hubiese tenido como hijastra, por decir a alguien, y sin ánimo de desmerecer, a Mª Teresa Fernández de la Vega, seguro que los siete enanitos seguirían viviendo tranquilamente en el bosque, totalmente anónimos para el resto de la humanidad.
Son solo dos ejemplos de grandes incomprendidos, de esos que, a buen seguro, conocemos a montones, pero que nos seguimos resistiendo a dejarles hablar. Probablemente, la historia sería distinta si siempre se hubiese respetado el derecho a réplica, si las explicaciones del tercero de turno hubiesen formado parte del sumario. Escuchemos más y prejuzguemos menos. Seguro que nuestra percepción de la realidad varía y nuestra relación con los demás mejora. Igual algún día hasta conseguimos entender los razonamientos de PetaZetas para llevar adelante (¿o deberíamos decir atrás?) el destino de España.

martes, 8 de marzo de 2011

Por ellas...

Aunque hace pocos días escribí ya una entrada referida a las políticas de igualdad, hoy, 8 de marzo, ni puedo ni debo dejar pasar la oportunidad de dedicar esta entrada a todas las mujeres en el que se ha decidido que sea el Día Internacional de la Mujer Trabajadora.
Dicho esto, como viene siendo mi costumbre, tampoco puedo evitar dar mi opinión acerca de la celebración de este tipo de eventos. Se supone que recordar un día al año cualquier acontecimiento refleja la necesidad de acordarnos de que algo, o alguien, existe. No es malo recordar que hay mujeres trabajadoras, igual que hay hombres trabajadores, pero el problema es que ese recuerdo se reduzca a un solo día al año. Del mismo modo que cada vez son más las voces que consideran una excusa comercial la celebración del Día de los Enamorados o del Día de la Madre (y eso que madre no hay más que una, salvo que seas personaje de Walt Disney, que apenas te durará los cinco primeros minutos de película), debemos aprovechar celebraciones como la de hoy para recordar lo innecesario de que haya un solo día para recordar a las mujeres que trabajan los 365 días del año.
La sociedad española ha avanzado mucho en los últimos años. Es cierto que aún queda mucho por recorrer, pero cada vez son más las mujeres que están en puestos de responsabilidad, tanto empresarial como política. El otro día, sin ir más lejos, la ministra Chacón decía que consideraba que España estaba preparada para tener una Presidenta del Gobierno. A mi no me cabe la menor duda de que sí, del mismo modo que se ha demostrado que se estaba preparado para tener alcaldesas, presidentas de comunidades autónomas y de entidades bancarias. Otra cosa sería considerar si ella está preparada para serlo, pero esa es harina de otro costal.
Estas declaraciones contrastan con actuaciones como permitir la entrada gratuita a las mujeres, durante una semana, a los museos estatales (las discotecas que lo permitían todo el año fueron denunciadas por sexismo) o reservar el palco VIP del Nou Camp para mujeres en el partido del pasado sábado, dejando a las claras que no son más que una muestra de la desigualdad que aún pretende mantenerse en determinados niveles pese a los avances que se constatan a diario en gran parte de la sociedad.
Dejémonos de manifestaciones y de celebraciones, y superemos en la realidad las discriminaciones por razón de sexo. Luchemos cada día por superar la discriminación salarial en los sectores en que aún se produce, luchemos cada día por evitar los perjuicios que la maternidad provoca en la vida laboral de las mujeres, luchemos, sobre todo, por evitar la lacra social que supone la violencia de género…. Esas serán las mejores celebraciones que podamos hacer para recordar, día a día, que las mujeres, igual que los hombres, luchan a diario por conseguir una sociedad mejor.
Dicho esto, y ya que la celebración sigue vigente, muchas felicidades a todas las mujeres, y quito lo de “trabajadoras” porque no tengo la menor duda de que todas lo son.

viernes, 4 de marzo de 2011

La crisis multinivel

Las pasadas navidades, solo unas horas después de que naciera este blog, recibí un mensaje de mi tío Paco en el que decía que este 2011 iba a ser un buen año para la economía porque, de lo contrario, sería la primera vez que políticos y economistas aciertan una predicción.
Realmente, el año no ha hecho más que empezar, pero parece que los economistas van camino de conseguir su primer acierto, mientras que entre los políticos hay división de opiniones y apuestan dependiendo de su color. La verdad es que me convence más otro comentario, que le oí a Leopoldo Abadía, que dice que la crisis acabará cuando Dios quiera y, de momento, no quiere.
Tenemos como costumbre hacer predicciones del mañana sin tener, en absoluto, la certeza de lo que está pasando hoy. No sabemos cuanto nos puede costar llenar el depósito del coche la próxima semana, pero ya queremos dejar claro que, en el próximo semestre, empezaremos a crear empleo neto. Permitidme el atrevimiento, pero tengo serias dudas de que así sea. Si la subida del precio del petróleo amenaza con devolver a Estados Unidos y a Europa a una nueva recesión ¿Va a ser España, que aún no ha salido, la privilegiada para evitarla?
Lo último es que el Gobierno ya ha establecido tres niveles para esta crisis. Deben haber seguido criterios lógicos, al estilo de “Nivel 1: la población aún come, pero menos”, “Nivel 2: la población solo come de vez en cuando”, “Nivel 3: la población ni come ni nos deja comer”. Si, según ellos, estamos aún en nivel 1 y vamos a empezar a salir de la crisis (otra vez, que no hay que olvidar que esta es la crisis de la que más veces se ha empezado a salir), ¿para qué se molestan en definir tanto nivel?
Lo único cierto es que la crisis, ni esta ni ninguna, no se va a solucionar maquillando el lenguaje ni adaptándolo a la situación. Tenemos como costumbre pensar que cuando el lenguaje es optimista, la situación también lo es. Ya no tenemos problemas… estamos inestables, y hablamos de la inestabilidad de la misma forma cuando la rebelión popular de Libia se lleva varios miles de vidas por delante como cuando una borrasca amenaza con regar las comarcas del interior. Así no vamos a ninguna parte. O las cosas se llaman por su nombre, o al final no sabremos ni de qué estamos hablando. Si hay crisis, hay crisis, y si tenemos que salir de ella cuando Dios quiera,… por Dios, que quiera pronto.

miércoles, 2 de marzo de 2011

Cada vez más seguros

Acabo de escuchar en la radio que el Tribunal de Justicia Europeo ha prohibido que las empresas aseguradoras empleen el criterio del sexo en el cálculo de los precios. Dicho de otro modo, se acaba aquello de que las mujeres se beneficien de tener unos precios más bajos tanto en los seguros de automóvil (por conducir de forma más prudente), como en los de vida (por vivir más años que, por cierto, ellas sabrán como lo hacen).
Supongo que la iniciativa debió partir de alquien que, visto lo bien que nos fue cuando se consiguió que los aparcamientos se cobrarán por minutos (en vez de horas), o que la telefonía móvil se tarificase por segundos, ha decidido seguir con ese criterio de igualdad que tanto gusta a algunos y que tantos perjuicios nos ocasiona a la mayoría.
El efecto inmediato ya lo podemos dar por hecho. Las aseguradoras igualarán al alza los precios con los seguros de los hombres. Todo un adelanto.
Vaya por delante que no estoy, ni mucho menos, en contra de la igualdad, pero sí del uso que se hace de este concepto. Igualdad no es lo mismo que uniformidad. La igualdad consiste en dar a cada uno el trato que le corresponde, de acuerdo con sus características, para conseguir una verdadera igualdad de oportunidades para todos. La igualdad no se provoca, se siente, y dar el mismo trato a quienes no son iguales, no es una correcta aplicación del concepto.
Si los maridos fuesemos iguales a nuestras mujeres (o viceversa, que tampoco quiero que se malinterprete) el índice de fracasos matrimoniales se dispararía, sin duda. El día a día está afortunadamente lleno de diferencias. Los hombres no son iguales que las mujeres, de la misma forma que los altos no son iguales a los bajos (y nadie promociona los zancos como iniciativa para la igualdad), ni los ministros alemanes (que dimiten por haber plagiado su tesis doctoral) son iguales a los ministros españoles (que no tienen acabado el bachillerato). Si fuesemos todos iguales esto sería monótono, previsible y aburrido hasta saciar.
Mejor no nos empeñemos en artificializar una igualdad que la naturaleza ha querido evitar. Esforcémonos en procurar un trato adecuado a las necesidades de cada uno, y dejemos que quien pueda beneficiarse de sus peculiares características lo siga haciendo, sin discriminar a nadie y sin que sea necesario que todos estemos peor para conseguir que todos estemos igual.

lunes, 28 de febrero de 2011

Más lentos, como todo...

¿Quién dijo que este Gobierno no podía llegar a menos? Ser capaz de firmar una afirmación de este tipo, puede ser considerado deporte de riesgo mientras “PetaZeta y sus secuaces” sigan ocupando los asientos del Consejo de Ministros. Si antes fue el aire acondicionado a 24º C, el “regalo” de las bombillas de bajo consumo o la recomendación de acudir al trabajo sin corbata, ahora toca circular más despacio por autovías y autopistas para ayudar a equilibrar el déficit energético del país.
Y es que si algún recorte nos faltaba a los españoles era el de la velocidad en las carreteras. La presunta medida de ahorro no es más que una forma de aumentar la recaudación por multas con que los incautos ayuden, eso sí, a equilibrar la descompensada balanza presupuestaria del Estado.
¿Cómo se explica si no que el Gobierno considere un ahorro esta posibilidad? El combustible de más que pueda gastarse por circular a 120 km/h en vez de a 110 km/h, lo paga el conductor, no el Estado. Es más, a mayor consumo de combustible, mayor recaudación impositiva, con lo que el argumento de conseguir un ahorro en base a esta medida es poco menos que ciencia ficción, más aún considerando el coste que conlleva rectificar toda la señalización vial.
Lo peor de este Gobierno no es que nos limite la velocidad, sino que España lleva ya varios años con la marcha atrás puesta, tanto en lo referido a progreso económico como a libertades y derechos sociales. El afán intervencionista está llegando ya a extremos insospechados y cualquier excusa es buena para instalar un estado policial en los más variados ámbitos. Si hace unos meses era Sebastián quien nos dejaba sin café para poder pagar la subida de la luz, ahora es Rubalcaba quien nos impide conducir al ritmo de hace unos días para poder compensar la subida del petróleo. Solo nos falta que cualquier día se nos aparezca Chacón en sueños con su famoso “¡¡¡Capitán, mande firmes!!!”.
Y así, firmes, nos tendrán a todos, mientras ellos parecen estar, a la vista de los resultados, en una permanente posición de descanso, solo alterada por la carrera sucesoria de quien cada vez más parece un cadáver político incluso para los suyos.
Eso sí, mientras nos dure la indignación y nos acostumbremos al nuevo ángulo del pedal del acelerador, los faisanes, los EREs andaluces, la ley anti-tabaco o los casi cinco millones de parados habrán pasado a un segundo plano. Y mientras, ZP podrá dedicarse a exportar a Túnez su experiencia de democratización pacífica de un país… ¡¡¡Lo que hay que ver!!!

jueves, 24 de febrero de 2011

Por treinta años más

Hay acontecimientos tan especiales que consiguen que, muchos años después, sigamos sabiendo donde estábamos y qué hacíamos en el momento en que nos enteramos del suceso. Pocos son los que no recuerdan qué hacían al saber de los atentados contra las Torres Gemelas o contra los trenes del 11-M, del Golpe de Estado del 23-F o del gol de Iniesta en aquella histórica final del Mundial de Sudáfrica.
Son acontecimientos que marcan nuestra vida de una forma especial y que, por tanto, siempre tienen un punto extra en el recuerdo. A mi, el 23-F me pilló comprando material para hacer manualidades. Mira que siempre se me han dado mal esas cosas (las manualidades, quiero decir) y, para una vez que voy, me toca recordarlo el resto de mi vida… Me acuerdo de aquella noche como algo distinto, para nada preocupante a mis once años. Aquello de que la tele no se acabara era algo que hacía que fuese un día especial. Entonces, más o menos a la hora que hoy salen todas las brujas del Tarot y astrólogos de medio pelo, aparecía el Rey que, como Rey, nos mandaba a todos a la cama (bueno, a todos los que no se habían ido con el mensaje anterior, en el mismo sentido, de Cleo, Tete y compañía). Aquella noche bastante debía tener D. Juan Carlos preparando su discurso como para acordarse de que los españolitos no se habían acostado. Total, para no dormir…
Pero lo mejor de aquel 23-F fue, sin duda, el 24-F. Probablemente, aquella fecha deberíamos considerarla como el verdadero nacimiento de nuestra democracia. Fue entonces, y no antes, cuando los españoles nos dimos cuenta de que el proyecto de cambio iniciado bastantes años antes, podía ser una realidad duradera. Fue ese el momento en que la política se desmilitarizó y cuando España demostró que quería consolidar su aún joven democracia.
Así ha sido, y son ya treinta años los que ahora conmemoramos desde aquel “susto positivo”. Muchas veces deberíamos revivir aquel espíritu que nos hizo seguir adelante en un proceso de cambio que hoy podemos afirmar que fue acertado a todas luces. Ahora que la economía no va bien, que la sociedad se resiente tras cuatro años en una situación difícil, que la política se judicializa día a día, que ponemos en duda el sistema en que hemos elegido vivir, sería interesante recordar lo que pasó aquella noche por muchas cabezas. La democracia solo existe si se cree en ella. De nosotros depende hacerla grande o convertirla, tan solo, en un medio de vida.

lunes, 21 de febrero de 2011

Inquietudes contagiosas

Hace unos dias, en este mismo blog, comentaba las revueltas que empezaban a producirse en Túnez y Egipto. Desde entonces, con las noticias de cada día, no hemos hecho más que comprobar como la lista de países en rebelión ha ido incrementándose continuamente.
Hoy, Libia es portada de todos los informativos, Marruecos empieza a preocuparse por la situación (pese a lo que diga nuestra ministra de asuntos exteriores), Bahrein empieza a agitarse y Europa debería tener ya cierta preocupación, en vez de mantenerse en esta actitud contemplativa que tanto caracteriza a este viejo continente.
La primera conclusión a que podemos llegar con estos ejemplos es que el éxito es el virus más contagioso. No hay nada como ver que al vecino le ha ido bien, para querer hacer lo mismo, pretendiendo emular, por supuesto, un resultado igual de positivo. Si a eso unimos que hoy, a través de las redes sociales, cuesta tanto movilizar un país como antes nos costaba pasarle una "nota secreta" a nuestro compañero de pupitre, tenemos el cocktail perfecto para que las manifestaciones “anti-loquesea” acaben siendo un producto globalizado más.
La fuerza de la comunicación no puede obviarse, en pleno siglo XXI, como la causante de una gran fuerza social que no existía hasta hace unos años. Si pensamos como podían haber cambiado grandes episodios de la historia, si hubiesen tenido esta facilidad de difusión, veríamos como podía haber sido todo muy distinto (o, al menos, mucho más rápido). Imaginaos un enlace que pusiera… “A las tres, toma de La Bastilla” (Asistiré/No Asistiré/Tal vez), o “Hoy decapitamos a Luis XVI” (Me gusta/No me gusta) o “J.F.Kennedy, Presidente de los Estados Unidos” (Agregar como amigo/Ignorar). Si funciona con el Carnaval de Ventanasabajo, ¿no iba a funcionar con otras cosas? Sin duda, todo hubiese resultado más fácil, más efectivo y, sobre todo, más rápido y los grandes episodios de la historia se hubiesen visto reducidos a meros acontecimientos semanales.
Quienes siguen pensando que Internet es el futuro están muy equivocados. Es el presente. Un presente inmediato que debemos conocer y aprovechar, y quien decida quedarse fuera, no puede optar a progresar a un ritmo, ni siquiera similar, al que lo hace el resto de la sociedad. El dos punto cero ha dejado de ser el resultado de un partido de fútbol o la nota de un mal examen para convertirse en un estilo de vida. Quien quiera, que lo siga. A los demás, los esperamos más adelante.

martes, 15 de febrero de 2011

OT hundes, OT hunden

Anoche me atreví a ver la gala semanal de Operación Triunfo. Yo no sé que me pasa, pero todas las frases que contienen la palabra “gala” provocan en mi una profunda somnolencia, ya sea Gala de los Goya, Gala de los Oscar o, algo menos, una entrevista a Antonio Gala.
Bueno, la cuestión es que sigo sin entender esa manía que tiene Telecinco de encerrar a la gente para maltratar con sus actos a todos los que nos quedamos fuera. Cierto es que hablamos de un maltrato voluntario y que nadie nos obliga, salvo la imposición televisiva de hacer un continuo zapping, ante la falta de una oferta de calidad.
Yo estoy muy lejos de considerarme fan de Risto Mejide, pero reconozco que, en su momento, hizo un gran papel a esta sociedad. Lo de anoche es dificilmente calificable. He de confesar que he oído a jabalies que entonan mejor al sentirse atrapados por una reala de perros, que algunos de los que anoche hacían algo parecido a cantar.
A primera vista, pensé que Telecinco había decidido romper con todo el romanticismo que podría tener una noche de San Valentín, pero me dí cuenta de que tampoco era esa la intención que les había llevado a programar esa gala en lunes. La falta de calidad interpretativa se suplía con regalos para todos: un perro que llega y se va (no me pregunteis donde), un novio que entra y sale (mejor, se lo llevan), un jersey que huele al novio (habría que recomendarle otro suavizante)… Todos tuvieron su regalo menos el sacrificado público que aguantaba estoicamente esperando revivir las emociones de aquel OT de 2002. Logicamente, si siempre se dijo que segundas partes nunca fueron buenas, no hace falta pensar más para entender que las sucesivas pueden ser aún peores… y lo son. La fórmula OT no es la fórmula de la coca-cola y ha perdido gas. Quizá sea el momento de replantearse su supervivencia y la catástrofe auditiva que pueden ser próximas ediciones.
Eso sí, para que no fuera todo tiempo perdido, ayer me quedó claro que Coraluna viene de Coral y de Luna. Por supuesto, sabiendo esto, que nunca hubiese imaginado, dormí mucho más tranquilo. Aprenderlo justifica todo el sacrificio…

viernes, 11 de febrero de 2011

Con prudencia

Esta semana, tan prolífica en noticias, entre egípcios, faisanes, reptiles y pactos, creo que merece destacar, por motivos evidentes, la presentación de Sortu como nueva marca política de la que se ha dado en llamar “Izquierda Abertzale”.
A primera vista, y sin entrar en análisis más profundos, puede parecer una buena notícia que quienes hasta ahora se habían dedicado a negociar tras sus pistolas, decidan abandonar la violencia para emplear modos más racionales y, sobre todo, más respetuosos con los derechos de los demás.
Sin embargo, por la trascendencia del asunto, hay que llegar un poco más lejos en las reflexiones. Novecientos muertos generan demasiado dolor como para dejarnos llevar ahora por euforias desmedidas al primer gesto de cambio. Cualquiera tiene derecho a cambiar y a entender que equivocó sus métodos en el pasado, pero esto, además de rectificar su estrategia de cara al futuro, debe implicar un arrepentimiento, claro y explícito, sobre sus actuaciones anteriores.
ETA y su entorno han causado sufrimiento suficiente como para que ahora no puedan bastarnos tres ruedas de prensa para creernos esta nueva realidad. Tras cuarenta años de atentados, extorsiones y violencia, los españoles necesitamos algo más para confiar en ese cambio. Sortu debe superar un período de prueba para que podamos creernos que este nuevo planteamiento es algo más que una estrategia para su vuelta a la vida política.
De momento, tenemos al lobo vestido de abuelita y con la boca cerrada, pero todos sabemos como acababa el cuento, y esos colmillos siguen teniendo la misma agresividad potencial que siempre han tenido. Será necesario demostrar, durante un tiempo, que ahora sí que están decididos a ser una organización política y a abandonar cualquier otro método.
Pero aún hay más. Si, como el Gobierno quiere transmitir, la nueva estrategia pacífica de Sortu surge por la presión policial ejercida contra ETA y su entorno, ¿por qué  tenemos que pensar que, una vez haya cedido esta presión, no van a volver por sus fueros? Y si, por el contrario, el Gobierno no tiene intención de reducir esa presión, ¿cómo podemos aceptar que sea legal una organización que debe estar bajo permanente vigilancia?
De la misma forma que no se perdona a un maltratador a cambio de un simple “ya no te volveré a pegar”, no podemos olvidar todo el daño que se ha hecho desde ETA a esta sociedad. Si ese cambio es real, ellos deben ser los primeros en entender la susceptibilidad social ante esta iniciativa y la necesidad de una demostración fehaciente de su cambio de actitud. De no ser así, esto no habrá sido más que otro intento de engaño.
Precaución, ante todo, precaución, porque paciencia, lo que se dice paciencia, ya la hemos demostrado con ellos de forma más que repetida.

lunes, 7 de febrero de 2011

El gran apagón

Todas las mañanas, mientas desayuno antes de entrar al trabajo, tengo ocasión (muchas veces la única del día) de ver las imágenes de algún informativo. Aunque el medio de comunicación por el que me mantengo informado de la actualidad es, preferentemente, la radio, siempre viene bien poder ver las imágenes que, de cualquier otra forma, solo podría obtener a partir de mi imaginación.
A la vista de los contenidos de estos espacios, no puedo evitar la tentación de pensar, una vez tras otra, en qué sería de los telediarios si retirásemos de sus guiones todas las frases que contengan la forma verbal “ha dicho”. Vivimos en un mundo de permanentes declaraciones, las cuales no siempre dejan paso a una acción productora del resultado deseado, ni tan siquiera aportan nuevos datos que nos haga ser ciudadanos mejor informados.
No hay peor castigo que tener que estar permanentemente escuchando a quien no tiene nada que decir. Es cierto que la imagen pública de muchos personajes de la actualidad les obliga a estar permanentemente en pantalla, pero es inevitable que lleguemos a pensar en la cantidad de fuerzas que se van en estas declaraciones y en que nunca llegan a mejorar la eficiencia del trabajo de su emisor, sino que provocan cierto hartazgo en la opinión pública que se me antoja que puede llegar a ser incluso contraproducente para los intereses del protagonista.
Me atrevería, ya adelanto que con muy poco éxito, a proponer que durante una semana, solo una semana, se retirasen de los informativos los micrófonos y las declaraciones vacías que no hacen más que llenar minutos de televisión (o de radio) sin aportar nada que nos sirva para mejorar. Una semana sin soportar las ruedas de prensa de los distintos partidos políticos, una semana sin sufrir las declaraciones ¡¡¡diarias!!! de los entrenadores de fútbol, una semana de noticias de hechos y no de reseñas de dichos. Probablemente, los noticiarios se verían reducidos a siete u ocho minutos, pero siempre habría algún capítulo repuesto de "El Principe de Bel Air" o "Los Simpson" que permitiría rellenar ese hueco.
Si, de verdad, los más jóvenes cogen sus modelos de los medios de comunicación, siempre suponiendo que alguno de esos  jóvenes se entretenga informándose de la actualidad, convendría dejarles ver que la realidad no se compone de frases pronunciadas sino de hechos realizados, y solo así se pueden sentar las bases de una sociedad confiada en sus posibilidades y con un mejor potencial de crecimiento para el futuro.